miércoles, 19 de enero de 2022

ANÉCDOTAS MÉDICOS LAMBAYECANOS (FINALES SIGLO XIX)

 


ANÉCDOTAS MÉDICOS LAMBAYECANOS (FINALES SIGLO XIX)

 

                                                     Dr. Leonidas Avendaño Ureta

Nuestra historia está llena de anécdotas, que han sido escritos por muchas personas que fueron participes o les contaron al respecto, tenemos el caso de NIXA, José Vicente Rázuri “lata”, por nombrar los mas destacados. En lo referente al tema médico tenemos al Dr. Miguel Salas Asencio con sus “Impresiones de un médico rural” 1936- 1941 publicado en 1960 sobre sus experiencias en la hacienda Tumán.

En esta ocasión nos vamos a referir a dos anécdotas publicadas en “La Crónica Médica” en Abril de 1934, # 850, número de esta revista en la que en su mayor parte le rinden homenaje al doctor Leonidas Avendaño por sus 50 años de labor profesional. ¿Pero que relación existe con nuestra región?.

Leonidas Avendaño Ureta (Lima 1860/1946) quien se gradúa de médico en 1884, llega a la hacienda Pátapo a laborar y posteriormente pasa a trabajar al antiguo Hospital de “Las Mercedes” de Chiclayo (el de la esquina de la calle Real con San Sebastián).



En 1897 en el hospital se empezó a acondicionar el servicio de cirugía, el que fue reabierto al año siguiente con el nombre de “Francisco Puccio”, siendo la primera vez que un servicio hospitalario peruano tomaba el nombre  de un médico y no de un santo como era costumbre; gracias a la iniciativa del Dr. Avendaño, quien deja Chiclayo para ir a laborar a Lima donde desarrolla una brillante labor profesional.

Dos años después, en 1899, la Sociedad de Beneficencia Pública de Chiclayo, reconstruyó los servicios médicos, dividiéndolos en dos salas: la sala para hombres que tomó la denominación de Dr. Leonidas Avendaño” (Por la huella como profesional dejada en este establecimiento)  y la sala de mujeres fue conocida como “Sra. Asunción Salazar” (En reconocimiento a su labor social de esta señora en beneficio del hospital).

Estos anécdotas del Dr. Avendaño, sucedieron finales del siglo XIX, son dos anécdotas referidas a nuestra región, que como él lo dice se le quedaron en el tintero ya que en 1929 publicó su librito titulado “De la cosecha ajena y de la propia”. Las publicados que hacemos referencia  lo hace  junto a otras en la revista limeña mencionada párrafos arriba. No tienen título pero le estamos proponiendo uno, para su conocimiento, de acuerdo a lo que trata.

SUSTO DE UNA SEÑORONA:

“Ejercía la profesión en Chiclayo, a mediados de 1896. Una mañana temprano se me llamó para asistir a una parturienta. Después de examinarla hice presente a sus familiares que todavía faltaban algunas horas para que se efectuara el parto, y como no podía quedarme a la cabecera de la enferma, avisaran a mi casa si sobrevenía algo urgente antes de mi regreso.

Debo dejar constancia que en Chiclayo solo habían dos casas de patio, con reja en el zaguán y que al frente de ambas existía una farmacia. En una de ellas, situada en la calle Real y fronteriza a la botica del Dr. Salazar, vivía una señora respetable casada con un  prestigioso comerciante italiano. La otra ubicada en la calle de Balta, a seis cuadras de la anterior, y con la botica del Dr. Chacaltana al frente, era mi domicilio.

Se aproximó el momento del parto; la familia comisionó a un sujeto – que conforme al dicho de Don Ricardo palma, tenía “el talento en geringuilla” - , para que me llamara.

Este pasó por la calle Real; se encontró con una casa con reja y botica al frente y sin vacilación alguna entró y llamó a la puerta de la sala. Sale la señora dueña de la casa y el sujeto, con gran estulticia y enorme precipitación, le dice: -“Manda a decir la mujer que está pariendo que vaya pronto el señor”.



Puede calcular el lector, cual sería el estupor de la señora al recibir este aviso. Felizmente, muy pronto pudo aclararse el grosero error cometido por tan ignorante individuo”.

En este primer anécdota, menciona a los doctores José Diez Salazar y al Dr. Pedro Pablo Chacaltana Reyes quienes tenía sus boticas (ya para esos años había dejado Chiclayo y su Botica el Dr. Francisco Puccio). Sobre la referencia de la esposa del prestigioso comerciante italiano, podemos sospechar se trataría de un Dall’Orso, del Sr. Luis Salvador Descalzi  o algún otro comerciante italiano.

La segunda anécdota la hemos titulado :

PARTO EN EL VAGÓN:

“En una mañana llegué a la ciudad de Monsefú, llamado de Chiclayo para visitar a un enfermo. En la estación del ferrocarril me esperaba un individuo que me solicitó para que atendiera a una parturienta, en la que se presentaba un caso de distocia. Prometí acudir, como lo hice una vez que terminara con el primer enfermo.

Una vez en la casa, encontré a una mujer en pleno trabajo del parto, en posición de intervención obstétrica y por cuya vulva salía un brazo del feto excesivamente congestionado. No cabía vacilación posible sobre el diagnóstico: se trataba de una presentación de hombro; y la indicación, practicar la versión. A pesar de mis esfuerzos, me fue imposible penetrar al interior del útero, por impedírmelo la contracción enérgica del órgano. En tan crítica situación, oigo que una de las comadres viejas, de entre las que espetaban la escena, exclamó-:”si le habrá hecho daño el secale que le ha dado”. Comprendí en el acto lo que sucedía; el útero estaba tetanizado por el cornezuelo de centeno, imprudentemente administrado y era imposible extraer al feto mientras no se relajara el órgano exageradamente contraído. Hice tomar a la paciente, doce gotas de láudano- providencialmente proporcionado por un vecino diligente- y ordené que se condujera al hospital de Chiclayo, para efectuar la intervención que estaba indicada.



En plena marcha del convoy entre Monsefú y Chiclayo, se me acercó el conductor del tren y con mucha solemnidad me dijo – “doctor, esa mujer está pariendo en el furgón”. Me traslado al carro de carga, examino a la parturienta, compruebo que el feto a salido y estaba muerto entre las piernas de la mujer y que se producía una pequeña hemorragia por la vulva. Me doy cuenta que hay un desprendimiento parcial de la placenta y que urge extraerla rápido para evitar que aumente la hemorragia. Como buenamente pude, me levanté la manga del saco y el puño de la camisa; introduje la mano, encuentro la placenta parcialmente desprendida, la extraje y cesa en el acto el flujo sanguíneo. Como no hay agua para lavarme la mano, me la limpio con un poco de guaipe, traído de la locomotora. La enferma llega al Hospital de Chiclayo, el puerperio evoluciona sin complicación alguna y su restablecimiento se efectúa en pocos días.



He aquí un caso en el que, sin intervención alguna, pudo haberse efectuado la expulsión espontánea del feto y el parto normal”.

En este anécdota se describe con claridad, como era el trabajo de los médicos finales del siglo XIX, todo lo que tenían que hacer sin ayuda de tecnología o medicamentos. Este fue un parto con el feto en mala posición, utilizando gotas de láudano que era en base de morfina.

Estas son pues dos anécdotas perdidas sobre nuestra región, rescatadas para conocimiento de los estudiosos e interesados en conocer más de nuestra história.

. -Dibujos de Noe Solano V. Costa Rica. 1956. Del libro Anecdotario Nacional .segundo tomo de Carlos Fernandez Mora.

-Foto del internet 

No hay comentarios:

Publicar un comentario