viernes, 21 de febrero de 2020

Lambayeque en la vision de 3 viajeros (siglo XIX)




LAMBAYEQUE EN LA VISIÓN DE TRES VIAJEROS (SIGLO XIX)



Continuando con la divulgación de los testimonios de viajeros que visitaron Lambayeque, voy a referirme en esta oportunidad a algunos de los que llegaron en el siglo XIX y sobre los cuales di a conocer unas notas entre enero y febrero del 2019 en el grupo de facebook “Antiguas fotos de Chiclayo”, referencias que ahora incorporo a mi blog: “Del Baúl Bibliográfico Lambayecano”. Los títulos de cada libro aparecen en mayúsculas y color azul y como las correspondientes publicaciones se encuentran en inglés he tratado de ofrecerles unas traducciones sin pretensiones académicas que les permitan conocer lo que vieron y opinaron sus autores.
El primero de ellos fue William Bennet Stevenson, un explorador británico que vivió muchos años en América del Sur, durante la época de las guerras de independencia hispanoamericanas, estadía que le sirvió para escribir un libro sobre sus experiencias y observaciones titulado “A Historical and Descriptive Narrative of Twenty Years’ Residence in South América” (Londres, 1825).





Lo que Stevenson dijo del pueblo de Lambayeque:

Procedimos a dirigirnos a Lambayeque, viajando a través de un bosque de algarrobos por más de tres leguas. Lambayeque es la capital de la provincia y la residencia del subdelegado. Siempre atrajo la atención de los viajeros por ser el más populoso y el principal centro comercial entre Lima y Guayaquil, situado a unas dos leguas del mar y a cuatro de su puerto marítimo, llamado Pacasmayo, donde el río de este nombre entra en el Pacífico. Por lo demás, el pueblo de Lambayeque se encuentra cerca al río Lambayeque que riega sus alrededores y alberga una población de más de ocho mil habitantes entre españoles, criollos, indios, negros y razas mixtas o castas”.

Stevenson describió también la fiesta religiosa en honor a la Virgen del Carmen:


“Algunas de las casas son grandes y cómodas. La iglesia parroquial está hecha de piedra: es un fuerte edificio y contiene muchos adornos costosos. Se adjuntan cuatro capillas, llamadas ramadas las cuales son parroquias de indios, cada una con un cura independiente del cura de la iglesia parroquial que recibe a la gente blanca. Yo estaba en esta ciudad en 1811, siendo testigo de la primera misa que se celebró en el nuevo altar- mandado construir por el doctor Delgado- y dedicado a Nuestra Señora del Carmen; en dicha ocasión una de las fiestas más suntuosas se llevó a cabo durante toda una semana, asistida con corridas de toros, peleas de gallos y carreras diurnas de caballos a más de reuniones (...) y juegos de azar en la noche con participación de todos los habitantes, siendo de destacar cómo los principales devotos derrochaban alegría y placer”. 





Parece que el principal interés de Stevenson fue la producción de la zona, asunto al que prestó mayor atención y describió en detalle:

“Aquí hay jabón, cordobanes de piel de cabra, paños de algodón y dulces. De los extensos rebaños de cabras que se alimentan de la algarroba que crece en las afueras de esta ciudad, el sebo se procura para fábricas de jabones; el jabón es muy duro y se corta en tartas o barras pequeñas, cuatro y a veces seis que solo pesan una libra; el precio medio es de veinte a veinticinco dólares el quintal. Su calidad es muy inferior a la del jabón inglés, debido especialmente a su dureza y las cantidades de impurezas que contiene, no obstante, lo cual, es preferido a cualquier otro jabón.
Las pieles de uso se curten con la corteza del guarango y a veces con la de la algarroba obteniéndose cordobanes de una excelente calidad. Estos artículos tienen una muy amplia venta que se extiende a toda la costa del Perú y muchas de las provincias del interior, así como a la provincia de Guayaquil




Hay diferentes calidades de tocuyo, manteles, paños, servilletas y otros artículos de algodón, algunos de los cuales son muy finos; se fabrican aquí como lonas de algodón o tela de vela; se hace el hilo usando y girando la rueca y el huso, las mujeres de las clases bajas se encuentran constantemente en este empleo. Los tocuyos que aquí se producen no son considerados tan buenos y, en consecuencia, no están en demanda como el de Conchucos, pero el comercio extenso se lleva a cabo en los otros artículos. Existe un amplio molino para la limpieza del algodón de sus semillas, similar al de Casma y se han realizado grandes remesas de algodón desde el lugar de produción hasta Europa. Los dulces son principalmente de mermelada y jalea, hecha de mermelada y gelatina, elaborada a partir de membrillos, guayabas y limas. Los dulces producidos son empacados en cajas pequeñas (cajetas), cada uno con alrededor de dos libras, que se venden a medio dólar cada una; son enviados a Lima, Guayaquil, y otros lugares a lo largo de la costa.





                                                                                                         Pintura de Pancho Fierro

Sombreros de palma y junco, juncos finos, son hechos aquí, y llevados a los mismos mercados que las naranjas con otras manufacturas. Aquí y en los huertos de los alrededores crecen en gran abundancia y con excelente calidad limones, uvas, guayabas, guabas, melones, paltas, guanábanas, chirimoyas, plátanos, granadas, granadillas, tumbos, membrillos y piñas; asimismo, manzanas, peras y otras (Las frutas europeas no prosperan). Las tierras producen igualmente trigo, maíz, frijoles, lentejas, garbanzos y otras legumbres a más de yucas, papas y otros tubérculos (…) y todo tipo de verduras. De ahí que el mercado esté abundantemente abastecido. Asimismo, se dispone de carne de cordero y de buena carne de res, en cambio la de pescado no es muy buena”.



                                                                                                         Pintura de Pancho Fierro

Continúa describiendo los alrededores de Lambayeque, los algarrobos, las cabras:

“Los algarrobos crecen en las cercanías de Lambayeque en gran abundancia y son de tal utilidad que existe una ley para prohibir a los dueños que procedan a cortarlos : crecen al tamaño de nuestros robles más grandes; la madera es muy dura, la hoja pequeña, y las ramas soportan una gran cantidad de grupos de vainas que son de  cuatro pulgadas de largo y tres cuartos de pulgada de ancho y contienen cinco o seis semillas negras, como frijoles pequeños; cuando la algarroba madura su vaina es de color marrón, tiene un sabor dulce, el ganado le es muy aficionado y engorda mucho comiéndola; las mulas también se alimentan de las algarrobas y después de un viaje a Lima, distante ciento cuarenta leguas, vuelven aparentemente gordas; pero el más grande beneficio derivado de este valioso árbol es el número de cabras que se alimentan anualmente de las vainas, estos animales las alcanzan ellos mismos de los árboles y están tras los pastores que trepan a los árboles y derriban las hojas y vainas con bastones largos. En algunas épocas del año, cuando las vainas se vuelven escasas, las cabras seguirán a cualquier lugar, sin la necesidad de un conductor, (…).

Algunas de las cabras se volverán tan gordas que no es raro que una cabra produzca un quintal, unas cien libras de peso, de sebo y grasa; toda la grasa está separada de la carne, pero esta última es considerada de muy poco valor, exceptuando la parte que cubre los huesos del cuello, que se come como algo delicioso y es realmente igual a la del venado”.




Stevenson se interesó además en una superstición escuchada a la gente que pastorea cabras:

“Una considerable parte de las supersticiones pertenece a los pastores, que son indios. Ellos creen que algunos hombres tienen el poder por brujería de trasmitir la grasa de un rebaño de cabras a otro si no se tiene cuidado para evitar que lo hagan; para prevenir esta travesura se tienen diferentes amuletos que atan alrededor del cuello o cuernos de las cabras viejas, especialmente de las que se llaman los capitanes de los rebaños; los amuletos consisten en conchas, frijoles y una especie de nuez moscada traída de la provincia de Jaén de Bracamoros. Me entretuve varias veces con los cuentos contados por los indios; cuentan que se había colocado un rebaño de cabras gordas bajo el cuidado de un pastor malvado y que en una noche un mago hechicero había quitado sus grasas a todas las cabras transmitiendo dicha sustancia a otro rebaño para asombro en especial de uno que por la mañana encontró su gordo rebaño reducido a la piel y al hueso (...)”.




En otro momento, Stevenson describió un tipo de chicha y unas tortillas que ya no se hacen e incluso se han perdido de la memoria de los pobladores del campo:

“De las algarrobas. los indios hacen chicha, simplemente cocinándolas en agua, colándolas y dejando fermentar el líquido resultante: en el vencimiento de tres o cuatro días estará para degustar y es agradable al paladar. Creemos que es un vino muy delicado. En algunas ocasiones, los indios preparan pequeñas tortas llamadas arepas usando para tal efecto las vainas de algarroba reducidas a polvo y ciertamente no son desagradables”.


                                                                                                          Pintura de Pancho Fierro

FRANCIS WARRINER, A. M. PUBLICÓ EN 1835 SU LIBRO : "CRUISE OF THE UNITED STATES FRIGATE POTOMAC ROUND THE WORLD, DURING THE YEARS 1831-34”,

En el que nos describe su arribo Lambayeque:

"El 10 de octubre salimos de Paita, en dirección sur, hacia San José, el puerto de Lambayeque, pasando por la isla de Lobos de Tierra, que estaba casi literalmente rodeada de lobos marinos de lo que se deriva su nombre; tiene un áspero aspecto irregular de color arcilla claro. El día que anclamos en San José, en una calzada abierta y en un miserable terreno de anclaje, todo lo que pudimos ver del pueblo desde el barco fue un almacén blanco y algunas chozas de pescadores; el lugar es árido y desolado. Al día siguiente, salí del barco en compañía del teniente Ingersoll y de los guardiamarinas Hoban y Adams y nos dirigimos a la orilla.

Tomamos una simple balsa de troncos con dos remos y con un remo de dirección y un mástil atascado al medio, ya que no podíamos llegar a la orilla con los botes del barco a consecuencia de las altas olas. Encontramos en esto un divertido método de navegación. Y nos conduzca directamente por el viento a la playa "de lado" habiendo tocado tierra de manera segura; llamamos a la casa de un residente estadounidense, que ha sido habitante allí durante algunos años y tiene una familia de trece hijos, a continuación, nos propusimos ir a caballo a la ciudad de Lambayeque, nueve millas tierra adentro”.



Warriner tuvo entonces oportunidad de describir la ciudad de Lambayeque, sus calles, casas y las actividades del pueblo:

“Después de alguna dificultad en trazar nuestro camino por el terreno árido, llegamos a una empinada colina de arena, desde la que vimos la ciudad. Su apariencia no es de ninguna manera atractiva. Al ingresar al pueblo observamos que las casas eran humildes, las calles extremadamente estrechas, sucias y amontonadas con fragmentos de prendas viejas y montones de tierra mientras el polvo soplaba como cenizas.
Esta descripción, sin embargo, no se aplicará a todas las calles. Algunas están bien pavimentadas y limpias, con unas buenas casas en sus proximidades. La iglesia viste un aspecto a antigüedad, por haber sido construida, como se nos dijo, poco después de la conquista del país. No encontramos fruta en el mercado, excepto melones y plátanos. El único circo del lugar estaba abierto regularmente cada sábado por la noche, y era conducido por un hombre de Nueva York.
Al pasear por una de las calles principales nuestra atención fue atraída por el sonido de la música; cuando estuvimos más cerca, vimos una multitud reunida para presenciar una corrida de toros. Los balcones y ventanas estaban llenos de mujeres y niños, mirando ansiosamente la escena. Nosotros estábamos preocupados por encontrar algún lugar de descanso para el corto tiempo que pretendíamos permanecer en la ciudad, pero todos los habitantes estaban tan ocupados a causa de la corrida de toros que durante mucho tiempo no pudimos encontrar una posada, pero cuando tuvimos éxito en obtener una me di cuenta de que no había un establecimiento que fuera propiamente una posada en toda la ciudad.
Ahora estábamos en el dilema de si nos viéramos obligados a permanecer más tiempo que el deseado, tan alegres parecían todos menos nosotros mismos. Este entretenimiento público (la corrida de toros), por extraño que parezca a mis lectores, fue organizado para satisfacer los pedidos de un sacerdote. El entretenimiento se levantó en su casa con gastos propios a pesar de que había dado un dineral el público. Nuestras preguntas acerca de algún alojamiento eran recurrentes y al final encontramos algo, fuimos invitados a tomar la cena en un lugar que se nos había preparado, en la casa de una dama de la ciudad; nos vimos en una especie de taberna, en (…) la que había una mesa ruda con algunos platos donde tomamos nuestros asientos, mientras que en una esquina vimos dos niñas sentadas en calabazas comiendo de un plato un montón de maíz.



                                                                                                      Pintura de Pancho Fierro 


Sobre la cárcel de la ciudad escuchamos relatos y pensamos si era posible que hubiese entre ellos personas desesperadas. Por la tarde, visitamos a la señora que nos había dado hospedaje y en la cena fuimos testigos de la ejecución de un fandango con un rudo juglar y media docenas de guitarras; la diversión evidentemente se preparó en nuestro honor.
Me alegré cuando llegó la hora de reposo, cansados por el viaje que habíamos tenido como por las escenas posteriores del día y de la tarde que también nos habían ocasionado cansancio. Dos de nosotros tomamos alojamiento en un dormitorio miserable, oscuro, en una parte alejada de la ciudad; aunque acostumbrados a casi todo tipo de alojamiento, este lugar parecía intolerable, sin embargo, al tener un fuerte deseo de descanso pronto nos quedamos atrapados en un sueño”.

Los siguientes sucesos que relata quedaron como una anécdota más:

“Cuánto tiempo permanecimos así no puedo decirlo, pero en la oscuridad de la noche de repente nos despertó un ruido como de alguna persona tratando de forzar la puerta de nuestro dormitorio y al recordar que la puerta se abría al patio inmediatamente nos dimos cuenta de que estábamos algo expuestos y que cualquier hombre malintencionado podría fácilmente entrar allí. Tal vez habíamos sido notados por algún delincuente durante el día y querría entrar a nuestros alojamientos para robarnos bajo el supuesto de que nosotros podríamos ser una presa mejor que los nativos de aquí. Posiblemente algunos de los ladrones encubiertos habían concebido un plan para el robo de dos viajeros solitarios y en verdad ¿era probable que se formara y ejecutara tal presunción? Debí desechar pronto tales pensamientos, pero mi compañero gritó desesperadamente por su pistola; ¿a quién podríamos pedir ayuda ya que estábamos desvalidos de armas? y en la total oscuridad hicimos un pequeño revuelo y bullicio por la habitación y finalmente dimos un fuerte golpe en la puerta que por un momento silenció el asalto; nos acostamos de nuevo, cuando poco después el ataque recomenzó con mayor violencia, como si alguien aserrase la madera abajo de la puerta. Nuestros miedos se reavivaron y aunque el ruido cesó en poco tiempo volvió a intervalos durante la noche y al llenarnos de aprehensiones no nos dejó dormir. ¿Fue imposible saber por qué nadie entró toda vez que quienes podían atravesar en un instante las paredes de una prisión podían forzar la puerta débil de un dormitorio?
La alborada llegó al fin sin la tragedia de derramar nuestra sangre en Lambayeque. Al abrir la puerta, encontramos un perro viejo moviendo la cola y mirando con nostalgia como pidiendo permiso para entrar. Este incidente nos proporcionó alegría durante el resto de nuestro viaje”.







A continuación, relató su retorno al barco:

“El mismo día salimos de la ciudad, alcanzamos el puerto y con la ayuda de la balsa pronto estuvimos a bordo. Durante nuestra excursión a Lambayeque, habíamos visto pocas personas de pura sangre blanca. La ciudad alberga más de cinco mil habitantes de los cuales la mayoría son de sangre india pura o mezclada; vi numerosas mujeres indias, llevando a sus bebés sobre sus espaldas a la manera de nuestros salvajes norteamericanos. Sin embargo, las personas rara vez alcanzan más de cincuenta años de edad y a menudo exhiben las enfermedades de los ochenta”.



                                                                                                              Pintura de Pancho Fierro




Warriner no deja de hacer una muy rápida mención sobre la producción y el contrabando que se da por San José:

“Azúcar y arroz son los principales productos de este lugar; entre las frutas, son deliciosas las chirimoyas. Bienes por valor de un millón de dólares se contrabandean anualmente por este Puerto”.

Lady Emmeline Charlotte Elizabeth Stuart-Wortley fue una poeta y escritora inglesa que relató sus viajes por Estados Unidos y otros lugares durante 1849 y 1850. Su libro "TRAVELS IN THE UNITED STATES, ETC DURING 1849 AND 1850“  fue publicado en París en 1851.





Luego de salir de Paita para dirigirse a Lambayeque habló de cómo era el desembarco al llegar a Lambayeque:

"Justo cuando estábamos saliendo de Paita, recibí una espléndida canasta de chirimoyas del cónsul británico. Para mi gran pesar no pude agradecer su cortesía, pero nos detendremos allí de nuevo a nuestro regreso. Estas chirimoyas eran extremadamente buenas y son una fruta tan popular y tienen una apariencia tan tentadora que son bastante provocativas. Nuestra siguiente parada fue en Lambayeque donde no parecía haber ni siquiera un puerto. En la playa solo había un conjunto aparentemente miserable de chozas y chozas y muy pocas casas con pretensiones de serlo; este es el lugar de desembarco en Lambayeque en tanto que el pueblo en sí de ese nombre está a unas siete millas en el interior. El pequeño poblado de la playa se encuentra expuesto al movimiento poderoso de las olas de una milla de largo del Océano Pacífico que se elevan muy lejos en el mar en enormes olas ondulantes y luego forman rompientes de crestas espumosas y montañosas que se hunden en la orilla, después de una barrida terrible, en oleadas largas que suenan con estruendo.
Aquí, así como en Paita, las gentes hacen uso de un vehículo singular y útil, la balsa, que es una gran pila de troncos de madera ligera, adecuadamente atravesados y vueltos a cruzar en capas y muy fuertemente unidos entre sí. Las balsas son seguras, incluso en medio de las poderosas olas del Pacífico, cuando las tremendas olas y las oleadas de barrido las golpean mientras navegan con una fuerza temible que amenaza con engullirlas. Si por algún accidente el amarre cede se pierden instantáneamente”. 




Lady Stuart- Wortley también habla de un animal muy abundante en la zona así como sobre los huacos y su comercio:

“Se garantiza que Paita está libre de reptiles e insectos y que esos animales se han trasladado a Lambayeque donde se dice que forman enjambres. Por lo demás, hay una criatura llamada salamanchaca cuya mordedura es descrita como extremadamente venenosa y peligrosa.
Por otra parte, se afirma que cerca de Lambayeque hay varios de esos curiosos montículos de tumbas de antiguos peruanos, en los que se encuentran ordinariamente objetos de diversas formas, vasos huecos y vasos denominados “huacos". Estos huacos tienen por lo general formas con representaciones groseras de seres humanos, animales y reptiles y los actos y ocupaciones de la antigua vida india se observan de forma extraña sobre ellos; además, con mucha frecuencia, tales objetos servían para uso de los difuntos.
La mayor parte de ellos ha sido hecha con una tierra negra, pero en tumbas que probablemente hayan sido de sus jefes se encuentra objetos de plata e incluso de oro. La mayoría de ellos tienen aperturas que al aplicarles los labios firmes y soplando en ellos, producen un sonido largo y muy extraño. También se dice que, si los pones en el fuego, cuando estén bien calentados, emitirán un tono dulce y melodioso, pero a la gente no le gusta experimentar con ellos por miedo pues aseguran que las pobres cajas de música viejas deberían descansar. Hay que tener mucho cuidado en saber de quién compras estas curiosidades sepulcrales; al respecto estoy informada de que la ansiosa demanda entre viajeros y visitantes ( especialmente de Estados Unidos y Europa) e incluso entre residentes por estos tesoros arqueológicos ha sido la causa de que sean imitadas con éxito de manera que si alguno está deseoso por conseguir un artículo auténtico debe visitar los antiguos túmulos funerarios o delegar la búsqueda a algún amigo de confianza o conocido habitante de Lambayeque”.






En otro lugar, describe lo observado en el mercado de abastos:


“El Mercado se abastece, con exquisitas uvas blancas, así como una variedad de otras frutas. Una curiosidad es el uso por algunos de huevos como moneda pequeña de libre circulación, aunque no es una moneda agradable para poner en los bolsillos, según podría pensarse; esta operación podría ser habitual no solo allí sino también en otros lugares de Perú. Añadamos que a los habitantes les gusta tomar una refrescante bebida. llamada chicha”. 





Menciona otra forma de navegar, de la cual ya no hay rastro en la zona visitada:

“Tienen otros objetos, creo, además de la balsa, para surcar el tremendo oleaje del Pacifico en estos lugares; con ese propósito usan también pieles infladas de animal a las que llaman “caballos” pero creo que navegar con ellos requieren de personas con mucha experiencia en tales prácticas. Pasamos de Lambayeque a Huanchaco…”.


Aunque los tres relatos están referidos a la misma área geográfica y a la misma época (primeras décadas del siglo XIX) la manera como se aborda la materia presenta diferencias. Para comenzar, la mirada más completa es la de Stevenson en tanto que tuvo una larga permanencia en Sudamérica y superó así las limitaciones de las fugaces visitas de los otros viajeros. De allí que a partir del texto de Stevenson sea posible tener una idea más cabal de Lambayeque a comienzos del siglo XIX y de su importancia regional especialmente en el plano económico. Warriner, por su parte, aporta observaciones sobre el estado anímico de la población a la que presenta como amante de los festejos y, en cierta forma, feliz, aunque la descripción física de Lambayeque nos hable de un poblado polvoriento y nada atractivo. Dos datos de los aportados por Warriner completan su visión desfavorable de Lambayeque: el rápido envejecimiento de los pobladores y la práctica del contrabando a la que Stevenson no otorga ninguna referencia. En cuanto al relato de Lady Stuart – Wortley destaca ante todo por el hecho poco usual de una viajera en una época en que pareciera que los viajes de largo aliento hubiesen sido privativos de los hombres. En cuanto a la mirada de Stuart – Wortley sobre Lambayeque nos parece más próxima a la de Warriner que a la de Stevenson en la medida en que después de describir desfavorablemente el punto de desembarque prescinde de cualquier descripción del pueblo de Lambayeque. De los temas que aborda es probable que los de mayor interés sean los referidos a los restos arqueológicos de la zona y a una actividad que suena muy moderna: la falsificación de objetos arqueológicos como respuesta a una demanda que es un anticipo de lo que sucede en nuestros días. 


martes, 11 de febrero de 2020

Lambayeque visto por viajeros siglo XVIII




LAMBAYEQUE VISTO POR VIAJEROS (SIGLO XVIII)

Entre enero y febrero del 2019, di a conocer en el Grupo de Facebook “Antiguas fotos de Chiclayo”, del cual soy colaborador habitual, algunos resultados de lo que, en mi búsqueda de material bibliográfico lambayecano y lambayecanista, había encontrado en cuanto a viajeros de siglos pasados que visitaron nuestra tierra; dichas publicaciones fueron notas sueltas y diversas a las que hoy vuelvo en este mi blog. La presente nota trata pues de dos libros de viajeros españoles que transitaron por América en el siglo XVIII y refirieron lo que vieron a su paso. (Ver títulos de los libros en mayúsculas párrafos más adelante) En ambos casos, las dos narraciones al referirse a estos lares dieron más atención al pueblo de Lambayeque por ser entonces el de mayor importancia. Además, en vista de que en el primero de los libros los autores siguen usos del español de épocas anteriores he tratado de allanar en lo posible tales dificultades y ofrezco mis disculpas anticipadas por los errores que haya podido cometer.

Jorge Juan y Santacilia (humanista, científico e ingeniero naval) visitó América junto con Antonio de Ulloa y de la Torre Giralt (naturalista, astrónomo, militar y escritor); ambos describieron sus viajes en la RELACION HISTORICA DEL VIAJE A LA AMERICA MERIDIONAL HECHO DE ORDEN DE S. MAG. PARA MEDIR ALGUNOS GRADOS DE MERIDIANO TERRESTRE Y VENIR POR ELLOS EN CONOCIMIENTO DE LA VERDADERA FIGURA Y MAGNITUD DE LA TIERRA, CON OTRAS OBSERVACIONES ASTRONOMICAS Y PHISICAS “ ; Madrid 1748.





                                                                             Jorge Juan y Santacilia

En lo que respecta a lo que es para nosotros materia de interés, empiezan describiendo su experiencia a través de los caminos que llevan hasta Mórrope anotando lo fácil que sería perderse en el desierto si no fuera por los guías:


“El día 24 * de 1740 salimos de Sechura, y entrando en el despoblado caminamos por él, con algunas cortas paradas de descanso hasta el siguiente, que a las 5 de la tarde llegamos a el Pueblo de Mórrope, cuya distancia será en todo de 28 a 30 leguas; (…) Lo igual y unido de este llano, fue una gran distancia, y la facilidad de borrarse el camino por la inconstancia del suelo hace que pierdan la senda aun los más prácticos; pero su habilidad consiste en tales ocasiones en volverla a recobrar; para lo cual se valen de uno de dos artilugios. El primero llevar el viento de la cara, cuando van hacia Lima, y al contrario al tiempo de volver; porque reinan constantemente los vientos del Sur, están seguros de no perderse con esta regla: y lo segundo coger arena en distintas partes, y olerla, pues por el olfato distinguen si es o no por allí la vereda; en la cual siempre queda algo del estiércol de las mulas. Los que no se hallan con suficiente práctica, de tales sitios corren mucho peligro si rendidos del sueño, o del cansancio se atrapa, y se paran; pues cuando vuelven, se ven sin poder deliberar en el derrotero, que van de seguir, y perdido el sentido una vez, perecen de necesidad, y fatiga, como ha sucedido a algunos. El Pueblo de Mórrope, que se compondrá como de 70 a 80 casas de la misma forma que los sus antecesores, contiene 160 vecinos, que son indios: tiene un rio, que está no distante de él, y llaman los Pozuelos; (…) pero en todas sus orillas hay muchas chacras y árboles. Es tal el instinto de los animales, que trafican por este camino, que llega su olfato el olor del agua a más de cuatro leguas, se alborotan tanto, luego que la perciben, que sería difícil el quererlos detener: con que abreviando terminan la jornada con mayor destreza”.


                                                                               Antonio de Ulloa

Luego hacen una descripción de Lambayeque y su Iglesia y cuentan también de lo sucedido en Zaña:
  
“El día 26. pasamos de Mórrope al Pueblo de Lambayeque distante de aquél 4 leguas y media y habiendo hecho medición en él todo el día 27 se observó la Latitud de 6 g. 41 m. 37s. Contará este Pueblo como de 1500 casas de todas calidades; esto es unas de adobes; otras de (Bajareques) {sic}, que se reduce à fabricar de cañas lo interior de las paredes, y embarrarlas después por dentro y fuera; y las ultimas de solo caña, o rancherías, que sirven de habitación a los indios. Su vecindario es como de 3000 vecinos, entre los cuales hay Familias de mucho lustre, y conveniencias: lo restante son españoles pobres, mestizos, mulatos e indios. La Iglesia Parroquial, cuya fábrica es de cal y piedra, es muy capaz, vistosa en lo exterior y con sobresalientes adornos para el culto. Hay en ella cuatro Capillas, que llaman Ramadas, con otros tantos Curas para el cuidado espiritual de los indios; los cuales alternan. Y asisten a los demás grupos de gentes, que componen aquel vecindario.
El hallarse tan numeroso este Pueblo procede de que las familias, que hoy tiene, habitaban antes en la Ciudad de Saña, que fue destruida, y arruinada en una invasión, que padeció por los años de 1685 del Pirata Eduardo Davis: a la que figuro algunos años después una formidable crecida de las aguas de aquel rio, que tiene su nombre; y esto acabo de destruirla y abandonada totalmente, se mudaron sus moradores a Lambayeque. Reside en él un Corregidor, a cuya Jurisdicción con otros varios Pueblos, pertenece el de Mórrope, y un Oficial Real de los dos, destinado en Trujillo. Hace vecindad a este Pueblo un rio llamado de Lambayeque: cuando está crecido, como lo estaba en eta ocasión, se pasa por un puente de madera, pero no botándolo, muchas veces llega a estar seco totalmente”.

Terminan describiendo su salida de Lambayeque y los pueblos que pasan y haciendo mención a la producción que hay en esta zona:

“El 28 salimos de Lambayeque, y pasando por el Pueblo de Monsefú, que dista de aquél como 4 a 5 leguas, llegamos a hacer parada cerca de la Playa en un sitio, que llaman las Lagunas, por haberlas de agua dulce de los relaves, que forma en aquel paraje el rio de Saña; y volviendo a proseguir el 29, pasamos a nado el Rio de Xequetepeque, dejando el pueblo de este nombre, como a un cuarto de legua de distancia, hasta concluir la jornada en el Pueblo de San Pedro distante de Lambayeque 20 leguas, y el ultimo de su Corregimiento. Observo su latitud, y queda determinada en 7g. 25 m. 49s.
El Territorio de Lambayeque en lo que puede alcanzar la humedad del rio con la de las acequias, es fértil, y produce muchas Frutas: unas semejantes a las de Europa, y otras de las Criollas. Como a diez leguas de él hay parrales, de cuya uva se hace algún vino, aunque no en abundancia, ni de calidad tan sobresaliente, como el de otras partes del Perú. Entre la gente pobre de aquel Vecindario se tejen algunas cosas de algodón, como colchas labradas, mantelerías, y otras semejantes”.

El segundo libro del que doy cuenta fue escrito por fray Juan de Santa Gertrudis, franciscano español y autor de la famosa obra “MARAVILLAS DE LA NATURALEZA”, en la que relató con un estilo muy peculiar sus correrías misioneras por tierras de Colombia, Ecuador y Perú, entre 1757 y 1767.



Describe su llegada a Lambayeque y su encuentro con un compatriota y, de paso, se refiere a la fabricación de sombreros:

"El peón que nos acompañaba me informó que en Lambayeque había una señora viuda muy rica, que hospedaba a todos los religiosos nuestros, y así al llegar a la ciudad, nos guió derecho a su casa, la cual me recibió con mucho gusto y agasajo, y luego me señaló un cuarto en que pusieron mis trastes. Tenía en el patio de la casa unos árboles tamarindos, a cuya sombra se pusieron mis bestias, y luego se compró alfalfa que hay con mucha abundancia, y quedé ya del todo compuesto. Allí me dieron noticia que había en la ciudad un mallorquín casado, llamado don Antonio Fullana. Salí al cabo de rato, y fui a su casa, y supe que era de Lumayor. Este hombre sabía con juncos tejer un sombrero. Supe pues que una legua de Lambayeque había una laguna en que se cultivaban muchos juncos muy finos y delicados. Enseñó pues a un indio de tejer sombreros, y entre ellos fabricaron un lote, y viendo que tenían buena aceptación, fue aumentando fabricantes, y a tener correspondencia hasta Lima y Cuenca, y con sólo este comercio de los sombreros de juncos ha enriquecido..."

"A la sazón tenía 14 indios fabricantes, y les daba cada día a todos dos reales de guarapo, y a cada uno un real y medio diario; y cada cual le fabricaba cada día cuatro sombreros, y él los vendía a cuatro reales cada uno. Estos días había aparecido a su casa otro mallorquín perdulario, que venía fugitivo de un navío que había llegado de España a Lima, y como no tenía más que lo que llevaba encima, iba el hombre desviado. Él se quería acompañar conmigo, pero yo no dejaría ya que tenía a mi don Francisco, no le admití. Al cabo de rato salí con don Antonio, y me guió a una tienda en que compré cinco libras de munición, que con las pavas de Piura la había acabado."




Luego cuenta cómo fue su visita al Vicario del pueblo y narra su desencuentro con este personaje:

"Le dije después que me acompañase a ver al señor Vicario. Este era el Vicario Rubio, que dije anteriormente que decían que tenía maleficiado al obispo de Trujillo. En el camino le pregunté sobre el particular, y me dijo que era voz pública que estaba muy mal visto en la ciudad, porque era muy pleitista, y acababa de tener un grande cuento con el Corregidor, y que estaba encontrado con los dos curas y con la mayor parte de la clerecía, por su soberbia y de un hijo suyo clérigo, que él había sido antes casado.
Ya que llegamos allá lo hallé con su hijo y otro clérigo. Díjele como acababa de llegar y venía a besarle las manos para que me mandase. Enséñele la licencia del Comisario General, y después de haberla leído me dijo: Padre, usted viene apóstata, porque debía haberse ido a embarcar a Cartagena. Yo le respondí: ¿Qué, esta patente díselo así? Respondió que no; pero que estando en el obispado de Quito, que pertenece al Virreinato de Santa Fe, no podía venir a embarcarme por Lima. Yo le dije: Esto lo habrá usted encontrado en algún autor teólogo o en Sánchez De Matrimonio. Miren qué teólogo éste para decirme a mí que vengo apóstata. Sí señor, respondió él, y le prohíbo desde ahora que no puede decir misa. Yo si me da la gana la diré en medio de la plaza, que, por razón de misionero apostólico, que supongo más que toda su Vicaría, puedo llevar, como los obispos, altar portátil. Él me dijo que le enseñase esta facultad. Yo le dije que esto lo debía él saber por su oficio, y supuesto que no lo sabía, se infería su ignorancia culpable.
Cuando los dos compañeros vieron el modo con que yo le rebatía, se pusieron a promediar y apaciguar la materia, y él vino a decirme: Por fin, Padre, sólo los días de fiesta le permito que pueda decir misa. Entonces le dije yo ya con ira: Esto confirma más su ignorancia, porque suponiendo que vengo apóstata, y por consiguiente excomulgado, me da licencia para celebrar, ignorando, siendo párroco, que entonces quedaba suspenso, y la iglesia entredicha. Los Superiores de los conventos por donde he pasado han visto esta licencia de mi Superior general, y la han aprobado, y usted, que no sabe su obligación, la quiere reprobar.
Sabe más un puro Guardián de un convento nuestro que el Vicario Rubio con toda la prosapia de los Rubios, hasta la octava generación. Diciendo esto me salí de la casa, y me fui. En casa de la señora donde me apee, tenía la señora un sobrino clérigo y cura de una parroquia. Yo le conté la mano, y me dijo: Véngase usted a decir misa cada día en San José; a ver cómo lo impide este señor Vicario. Yo por quitarme de empeños con un hombre que ya sabía que usaba de maleficios, tomé por mejor, supuesto que la señora tenía en casa su capilla, decir misa en ella, y así lo hice, los cuatro días que ahí paré."



Luego hace una descripción el pueblo de Lambayeque y su producción:

"Lambayeque está fundado en un arenal, y es más grande que Piura, y tiene mejores calles y casas. puede tener siete mil vecinos. la mayor parte es gente blanca y mestizos, y la menor son indios, negros y mulatos. es pueblo rico, y tiene las mismas cosechas que Piura, pero su principal comercio es el jabón que hace del sebo de las cabras y cabrones, que se lleva tierra arriba hasta Lima y toda la serranía, y tierra abajo hasta Popayán. y después los cordobanes que del pellejo fabrican, y para ello tienen grandes partidas de ganado cabruno. Tenía la señora un hermano clérigo, y entre los dos tenían sobre doscientas mil cabezas de este ganado, aquellos días la señora había hecho una matanza de 30 mil cabezas. la carne se sala y seca se vende, y es, aunque negruzca, más sabrosa que el carnero; allí trajeron una tarde para el abasto de la casa 10 mil lenguas saladas y secas, y la señora me regaló 400, y me sirvieron muy bien. no tiene Lambayeque más iglesias que dos parroquias, sin convento ninguno. don Antonio me regaló dos sombreros finos de juncos, uno para mi y otro para mi chapetón don Francisco. yo el quinto día partí, y ya cansado de tanto arenal, tomé sin baqueano el camino de la sierra. a cosa de mediodía empezamos a encontrar cuadrillas de gente que venía de la fiesta de la Virgen de la cueva santa, que se venera en Santa Bárbara, y todos me preguntaban si nos habían salido unos negros levantados, que andaban por el pie de la sierra, y salían a hurtar, y habían hecho ya algunas muertes. yo con estas noticias, tomé la escopeta y le cargué una bala, por lo que podía sobrevenir; pero no sucedió. a buena hora llegamos a la casa de un mestizo con ánimo de acampar allí, y al revolver de la esquina para el portal, hubo de haber dos patos tamaños como unos gansos, casta de guinea, que tienen la cabeza llena de corales como los pavos. mi mula, que era algo pajarera, tuvo miedo, y dio una estampida, y por poco me estampa en el suelo."

Los dos textos nos dan una imagen bastante vívida de un Lambayeque eminentemente rural ( el pueblo principal solo contaba con unos pocos miles de habitantes y las vías de comunicación eran sumamente precarias) pero la descripción de los poblados y sus pobladores deja advertir un claro deslinde social y económico entre españoles, mestizos e indios y una economía básicamente autosuficiente con algunas actividades que empiezan a despuntar y a proyectarse más allá de los confines regionales aunque todavía dentro de un horizonte artesanal. El texto de Juan y Ulloa trasunta una visión científica de la realidad (de allí, detalles como la determinación de la latitud de algunos lugares) en tanto que el escrito del fraile ahonda en cierta medida en las relaciones interpersonales y por momentos evoca la literatura picaresca española de siglos anteriores. A lo precedente, añadamos una observación circunstancial: entre las menciones de lugares por los que pasan o se detienen los viajeros  hay varios nombres conocidos también en nuestros días pero no se menciona a Chiclayo que en aquella época no pasaba de ser un diminuto asentamiento humano. En términos generales, los dos textos muestran una sociedad que pareciera congelada en el tiempo aunque solo sea una impresión equívoca habida cuenta de que el siglo XVIII fue época de rebeliones en el virreinato peruano.


*Así consta en el libro escrito por el autor.