EL DPTO. DE
LAMBAYEQUE A LOS OJOS DE UN CHILENITO (1881)
Para la segunda ocupación chilena al departamento de
Lambayeque en la Guerra del Pacífico, llegaron
la compañía de Zapadores, Lautaro y Concepción, quienes a principio de Abril de 1881 salieron desde Trujillo, desembarcando
el día 12 en el Puerto de Eten.
Para controlar las principales ciudades del departamento, las
compañías fueron distribuidas en cuatro guarniciones (en Eten, Pimentel, y dos
en Chiclayo). Al siguiente día de llegar el comandante Eulogio Robles, publicó
un bando anunciando que asumía la Jefatura del departamento; y que serían
juzgados los que “hicieran armas” contra la fuerza de ocupación.
Lo que viene a continuación, es lo que un muchacho chileno,
oficial miembro de la compañía “Lautaro” con tan solo 16 años narra de su
estadía en el departamento, en primer momento en una de las dos guarniciones que
se establecieron en Chiclayo:
“Los oficiales alojábamos en el cuartel y comíamos en el
mejor restaurant del pueblo, de propiedad de un chino”.
Los días los pasaban haciendo ejercicios, academias e
instrucciones a la tropa, por lo que muchos soldados estaban cansados y hacían
comentarios sobre la demora en firmarse la paz.
SUSTO DE LOS CHILENOS: Aquel muchacho oficial chileno en
las reuniones de la oficialidad especialmente en las comida, siempre recordaba
e insinuaba que debían celebrarse con gran solemnidad el aniversario de Arica,
Tacna e Iquique. En la víspera de la celebración del combate de Iquique se acordó solamente que
se cantaría el himno chileno, se izaría la bandera en el cuartel y se mejoraría
el rancho. Pero esto es lo que hizo aquel chilenito en el parque de Chiclayo: “Compré un cajón de gruesos
cohetes y al rayar e alba los hice explotar en las cuatro esquinas de la
plaza. Eran cohetes muy gruesos y los estampidos que produjeron semejaban
cañonazos. Como todavía no se tocaba diana, todos dormían y alarmados se
levantaron creyendo era una sorpresa del enemigo.
La diana de ese día se vio presidida por el comandante Robles
y asistieron todos los oficiales y capitanes; y yo después de ella, pasé al
cuarto de banderas arrestado, aparte de la severa reprimenda que recibí. No
obstante estaba contentísimo y ni la prisión con centinela de vista habría
hecho disminuir mi alegría…….”.
SU COMPAÑÍA
“LAUTARO” PASA A LAMBAYEQUE: En junio de ese año
de 1881 fue enviada su compañía de este muchacho chileno a Lambayeque, Los
oficiales chileno vivían en el cuartel pero comían junto a los capitanes y al comandante
Carvallo Orrego en una extensa y bien amoblada casa convertida en la
Comandancia.
Sobre la situación como se vivía en Lambayeque la describe de
esta manera: “ El alcalde municipal proveía nuestra mesa con lo mejor del mercado.
Residía en este pueblo un caballero francés, dueño o administrador de un gran
fundo, casado con una señora chilena, y ambos dispensaron a los oficiales muy
cordial recibimiento, y con frecuencia visitábamos su casa. También
frecuentábamos la de un caballero inglés o norteamericano, administrador de los
extensos y productivos fundos de la familia chilena Ramos y Ramos, y que
además era cónsul. Y a poco entramos en cordiales relaciones con casi todas las
principales familias peruanas.
Era costumbre en ellas salir en las tardes a las puertas de
la calle y sentarse a gozar del fresco. Los oficiales nos paseábamos por el
centro de la calle; y el comandante Carvallo Orrego, los capitanes, el alcalde
y dos o tres caballeros peruanos y extranjeros; conversaban formando grupo en
una esquina o se paseaban también.
Los oficiales supimos pronto los nombres de casi todas las
niñas del pueblo y ellas el de nosotros, según lo supimos por diferentes
conductos; y con algunas habíamos tenido furtivas entrevistas y hasta cambiado
cartas; pero no éramos amigos de poder visitar las casa de ninguna familia.”.
COSTUMBRE YA DESAPARECIDA: Aunque era ya una animada fiesta caída en desuso, esta
consistía en salir al campo a comer una ternera asada con cuero (nombre que ya
no recordaba) pero que gracias a un señor “solterón” que conocía a casi todas
las familias fue quien organizó este paseo al que concurrieron como treinta personas, veamos como el oficial chileno lo explica: “Un joven elegido por sorteo, debía colocar
una aceituna dentro de un huevo, cocido y duro, que una niña también elegida por
sorteo, debía presentarle al joven.
Decían
que el señor solterón, director de la fiesta, había hecho trampas en el sorteo,
porque resultaron favorecidos por la suerte, ordinariamente tan veleidosa, el subteniente
señor Salas Marchán y una de las niñas con la cual formaba la pareja más
amartelada de la reunión”.
“…..se
continuó el curiosos proceso de la preparación de la ternera para ser asada. Un
pájaro pequeño se rellenaba con el huevo, con el pájaro un pollo, con este un
pato, con el pato un pavo, que a su vez se introducía en un cordero, y este en
la ternera, que con cuero, pezuñas y cuernos esperaba abierta, muy adornada y
colgada de un árbol, la solemne ceremonia de beber rodeándola todos, y
escanciar sobre ella parte del licor. Se cantaron también, acompañándose con
guitarra, canciones alusivas al acto”.
“….Después
se enterró la ternera en un hoyo preparado con anticipación, donde había
piedras caldeadas a muchos grados. Se agregaron camotes, yucas, zapallos y
otros variados comestibles y se tapó con bastante leña y cuando estuvo prendida
lo suficiente, el hoyo se rellenó con tierra y se pisoneó.
Mientras
se hacía la cocción, que demoró como tres horas, se bailaba, bebía y comía,
iniciando el baile los reyes de la fiesta”.
“……Con
afilados cuchillos la pelaron hasta sacarle el cuero y bien limpia fue llevada
bajo la ramada y colocada en una mesa…….Era en verdad un sabroso asado y todos comimos
hasta hartarnos; disponiendo en seguida el señor solterón que se enviaran
grandes trozos de los restos a diferentes casas.
Cuando
se descubrió el pájaro y de él se sacó el huevo que tenía dentro la aceituna,
los reyes de la fiesta lo comieron y distribuyeron a la concurrencia presas del
pájaro. Esto dio ocasión para picarescas bromas.
Se
regresó al pueblo ya entrada la noche y se continuó la tertulia en casa de una
de las familias que participaron en la fiesta”.
HOSTIGAMIENTO POR LOS MONTONEROS: Llegaban noticias que los montoneros
recorrían los pueblos del interior, es entonces que se ordenaban expediciones a
los pueblos como Monsefú, Ferreñafe, Motupe, Olmos y otros.
El muchacho, oficial chileno de esta nota le correspondió
salir en varias de ellas, a un pueblo a ocho a diez horas a caballo que no
recordaba el nombre, en donde se pidió cupo caso contrario se iba a incendiar
el pueblo, pero esa noche fueron atacados por diez o mas hombres que luego de un breve tiroteo huyeron dejando
tres o cuatro rifles viejos. Al día siguiente con mucho esfuerzo lograron
conseguir cubrir el cupo y entregarlo, pero como había sido agredida la noche
anterior la tropa de ocupación, tenia la orden si se daba esta situación de incendiar el pueblo pero este muchacho oficial
chilena tiene una lucha interna entre cumplir la orden y su conciencia. Pero
dejemos que él nos describa estos álgidos momentos:
“……La lucha que libraba dentro de mi era atroz. Yo quería
cumplir la orden recibida, estaba resuelto a ello; y como desde niño veneraba a
los sacerdotes, la súplica de ese anciano revestido con sus ornamentos
sacerdotales y rodeado de niños, me impresionaba fuertemente y me impulsaba a
ser clemente.
Mientras tanto en todas las calles de acceso a la plaza se
había congregado el pueblo esperando mi resolución…
Algunos ya habían sacado a la calle algunos muebles y
enseres; y otros, con atados de ropa y tiestos en las manos, me miraban
angustiados…
El sargento a pocos pasos de mí, y cerca de él el soldado con
la lata de parafina y un poco mas alejados el resto de la tropa, parecían
decirme: “Y bien, mi subteniente, se cumple la orden o se accede a lo que el
curita pide”…
En tan solemne momento, lo aseguro con verdad, pensé en mi
madre, en mis hermanos, en mi niñez cuando ayudaba a misa, en la Virgen a quien
tanto amaba; y sentí gran piedad por esa sencilla gente. “La orden tengo que
cumplirla, señor cura”, dije a éste; “pero no me está prohibido decir a Ud. cómo lo voy hacer cumplir.
Se mojarán con kerosene cuatro casas que pronto señalaré y al
frente de ellas quedará un soldado montado encargado de encenderla; saldré con
la tropa del pueblo y cuando me haya alejado un o dos cuadras, un toque de
corneta indicará a los soldados que deben prender el kerosene, y al galope se
juntarán conmigo”.
Me estrechó la mano con efusión mientras me daba las
gracias y presuroso se alejó con los niños. Unos segundos después salió sin los
ornamentos apresuradamente a tranquilizar al pueblo.
Dí las órdenes como lo había indicado al cura y salí
del pueblo con la tropa, yendo yo el ultimo. Y cuando nos habíamos retirado un
tanto, ordené al corneta tocar atención y un punto agudo”, que era la señal
para incendiar el pueblo. Minutos después los soldados encargados de esa misión
se nos reunieron y continuamos al trote un largo trayecto.
¡Se puede conciliar en la guerra la energía con la
benevolencia!”.
Es una lástima que no se pueda saber el nombre del
pueblo que se salvó de ser incendiado.
Luego hace mención de que entre setiembre y octubre
aumentó la actividad de los montoneros, realizando labores de sabotaje como
cuando se apoderaron de un tren que corría entre Chiclayo y Lambayeque,
cortaron un puente del ferrocarril e intentaron quemar otro, el telégrafo
amanecía cortado casi diariamente. Hace mención a un hecho desconocido para
nosotros , que lo describe así: “En cierta ocasión una partida como de veinte, todos montados llegaron a media tarde hasta la plaza de Chiclayo y
después de disparar sus carabinas al centinela apostado en la puerta del
cuartel y a varios soldados francos que en el trayecto encontraron, se
retiraron. Se ordenó que los granaderos salieran a perseguirlos, pero la
caballada estaba pastando en las inmediaciones, lo que indudablemente sabían los
montoneros, y aunque se dispuso que rápidamente se alistaran no fue posible
alcanzarlos”.
En esos momentos era tanta la agitación de los
montoneros que para el servicio ocupaban tanto personal que a veces no se
alcanzaban a descansar ni 24 horas. Para noviembre y diciembre se incrementaron las
incursiones de los montoneros que salían muchas compañías a dispersarlos. Para
mediados de diciembre llegó la orden de abandonar esta guarnición y nuestro
cronista de época deja Chiclayo.
Todo lo narrado anteriormente lo sabemos gracias a que
en 1925 publica aquel soldado chileno Arturo Benavides Santos, en el ocaso de su
vida su libro titulado “Seis años de vacaciones” que viene a ser, lo que vio de
muchacho durante la Guerra con el Perú, sus recuerdos que se convierten en narraciones históricas y anecdóticas. Como todo
relato de primera fuente es invaluable su aporte a la historiografía regional.
Este pues es
otro rescate del olvido, en mi tarea de muchos años, de búsqueda de material
bibliográfico lambayecano o lambayecanista ya que el autor escribe un capítulo dedicado a nuestra región y que mejor título le coloca que el de "Lambayeque", el cual consta de 19 páginas.
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