martes, 11 de enero de 2022

EL DPTO. DE LAMBAYEQUE A LOS OJOS DE UN CHILENITO (1881)

 

EL DPTO. DE LAMBAYEQUE A LOS OJOS DE UN CHILENITO (1881)

Para la segunda ocupación chilena al departamento de Lambayeque en la Guerra del Pacífico,  llegaron la compañía de Zapadores, Lautaro y Concepción, quienes a principio de Abril  de 1881 salieron desde Trujillo, desembarcando el día 12 en el Puerto de Eten.

Para controlar las principales ciudades del departamento, las compañías fueron distribuidas en cuatro guarniciones (en Eten, Pimentel, y dos en Chiclayo). Al siguiente día de llegar el comandante Eulogio Robles, publicó un bando anunciando que asumía la Jefatura del departamento; y que serían juzgados los que “hicieran armas” contra la fuerza de ocupación.



Lo que viene a continuación, es lo que un muchacho chileno, oficial miembro de la compañía “Lautaro” con tan solo 16 años narra de su estadía en el departamento, en primer momento en una de las dos guarniciones que se establecieron en Chiclayo:

“Los oficiales alojábamos en el cuartel y comíamos en el mejor restaurant del pueblo, de propiedad de un chino”.

Los días los pasaban haciendo ejercicios, academias e instrucciones a la tropa, por lo que muchos soldados estaban cansados y hacían comentarios sobre la demora en firmarse la paz.

SUSTO DE LOS CHILENOS: Aquel muchacho oficial chileno en las reuniones de la oficialidad especialmente en las comida, siempre recordaba e insinuaba que debían celebrarse con gran solemnidad el aniversario de Arica, Tacna e Iquique. En la víspera de la celebración del combate de Iquique se acordó solamente que se cantaría el himno chileno, se izaría la bandera en el cuartel y se mejoraría el rancho. Pero esto es lo que hizo aquel chilenito en el parque de Chiclayo: “Compré un cajón de gruesos cohetes y al rayar e alba los hice explotar en las cuatro esquinas de la plaza. Eran cohetes muy gruesos y los estampidos que produjeron semejaban cañonazos. Como todavía no se tocaba diana, todos dormían y alarmados se levantaron creyendo era una sorpresa del enemigo.

La diana de ese día se vio presidida por el comandante Robles y asistieron todos los oficiales y capitanes; y yo después de ella, pasé al cuarto de banderas arrestado, aparte de la severa reprimenda que recibí. No obstante estaba contentísimo y ni la prisión con centinela de vista habría hecho disminuir mi alegría…….”.

SU COMPAÑÍA “LAUTARO” PASA A LAMBAYEQUE:  En junio de ese año de 1881 fue enviada su compañía de este muchacho chileno a Lambayeque, Los oficiales chileno vivían en el cuartel pero comían junto a los capitanes y al comandante Carvallo Orrego en una extensa y bien amoblada casa convertida en la Comandancia.

Sobre la situación como se vivía en Lambayeque la describe de esta manera: “ El alcalde municipal proveía nuestra mesa con lo mejor del mercado. Residía en este pueblo un caballero francés, dueño o administrador de un gran fundo, casado con una señora chilena, y ambos dispensaron a los oficiales muy cordial recibimiento, y con frecuencia visitábamos su casa. También frecuentábamos la de un caballero inglés o norteamericano, administrador de los extensos y productivos fundos de la familia chilena Ramos y Ramos, y que además era cónsul. Y a poco entramos en cordiales relaciones con casi todas las principales familias peruanas.

Era costumbre en ellas salir en las tardes a las puertas de la calle y sentarse a gozar del fresco. Los oficiales nos paseábamos por el centro de la calle; y el comandante Carvallo Orrego, los capitanes, el alcalde y dos o tres caballeros peruanos y extranjeros; conversaban formando grupo en una esquina o se paseaban también.

Los oficiales supimos pronto los nombres de casi todas las niñas del pueblo y ellas el de nosotros, según lo supimos por diferentes conductos; y con algunas habíamos tenido furtivas entrevistas y hasta cambiado cartas; pero no éramos amigos de poder visitar las casa de ninguna familia.”.



COSTUMBRE YA DESAPARECIDA: Aunque era ya una animada fiesta caída en desuso, esta consistía en salir al campo a comer una ternera asada con cuero (nombre que ya no recordaba) pero que gracias a un señor “solterón” que conocía a casi todas las familias fue quien organizó este paseo al que concurrieron como treinta personas, veamos como el oficial chileno lo explica: “Un joven elegido por sorteo, debía colocar una aceituna dentro de un huevo, cocido y duro, que una niña también elegida por sorteo, debía presentarle al joven.

Decían que el señor solterón, director de la fiesta, había hecho trampas en el sorteo, porque resultaron favorecidos por la suerte, ordinariamente tan veleidosa, el subteniente señor Salas Marchán y una de las niñas con la cual formaba la pareja más amartelada de la reunión”.

“…..se continuó el curiosos proceso de la preparación de la ternera para ser asada. Un pájaro pequeño se rellenaba con el huevo, con el pájaro un pollo, con este un pato, con el pato un pavo, que a su vez se introducía en un cordero, y este en la ternera, que con cuero, pezuñas y cuernos esperaba abierta, muy adornada y colgada de un árbol, la solemne ceremonia de beber rodeándola todos, y escanciar sobre ella parte del licor. Se cantaron también, acompañándose con guitarra, canciones alusivas al acto”.

“….Después se enterró la ternera en un hoyo preparado con anticipación, donde había piedras caldeadas a muchos grados. Se agregaron camotes, yucas, zapallos y otros variados comestibles y se tapó con bastante leña y cuando estuvo prendida lo suficiente, el hoyo se rellenó con tierra y se pisoneó.

Mientras se hacía la cocción, que demoró como tres horas, se bailaba, bebía y comía, iniciando el baile los reyes de la fiesta”.

“……Con afilados cuchillos la pelaron hasta sacarle el cuero y bien limpia fue llevada bajo la ramada y colocada en una mesa…….Era en verdad un sabroso asado y todos comimos hasta hartarnos; disponiendo en seguida el señor solterón que se enviaran grandes trozos de los restos a diferentes casas.

Cuando se descubrió el pájaro y de él se sacó el huevo que tenía dentro la aceituna, los reyes de la fiesta lo comieron y distribuyeron a la concurrencia presas del pájaro. Esto dio ocasión para picarescas bromas.

Se regresó al pueblo ya entrada la noche y se continuó la tertulia en casa de una de las familias que participaron en la fiesta”.



HOSTIGAMIENTO POR LOS MONTONEROS: Llegaban noticias que los montoneros recorrían los pueblos del interior, es entonces que se ordenaban expediciones a los pueblos como Monsefú, Ferreñafe, Motupe, Olmos y otros.

El muchacho, oficial chileno de esta nota le correspondió salir en varias de ellas, a un pueblo a ocho a diez horas a caballo que no recordaba el nombre, en donde se pidió cupo caso contrario se iba a incendiar el pueblo, pero esa noche fueron atacados por diez o mas hombres  que luego de un breve tiroteo huyeron dejando tres o cuatro rifles viejos. Al día siguiente con mucho esfuerzo lograron conseguir cubrir el cupo y entregarlo, pero como había sido agredida la noche anterior la tropa de ocupación, tenia la orden si se daba esta situación de incendiar el pueblo pero este muchacho oficial chilena tiene una lucha interna entre cumplir la orden y su conciencia. Pero dejemos que él nos describa estos álgidos momentos:  

“……La lucha que libraba dentro de mi era atroz. Yo quería cumplir la orden recibida, estaba resuelto a ello; y como desde niño veneraba a los sacerdotes, la súplica de ese anciano revestido con sus ornamentos sacerdotales y rodeado de niños, me impresionaba fuertemente y me impulsaba a ser clemente.

Mientras tanto en todas las calles de acceso a la plaza se había congregado el pueblo esperando mi resolución…

Algunos ya habían sacado a la calle algunos muebles y enseres; y otros, con atados de ropa y tiestos en las manos, me miraban angustiados…

El sargento a pocos pasos de mí, y cerca de él el soldado con la lata de parafina y un poco mas alejados el resto de la tropa, parecían decirme: “Y bien, mi subteniente, se cumple la orden o se accede a lo que el curita pide”…

En tan solemne momento, lo aseguro con verdad, pensé en mi madre, en mis hermanos, en mi niñez cuando ayudaba a misa, en la Virgen a quien tanto amaba; y sentí gran piedad por esa sencilla gente. “La orden tengo que cumplirla, señor cura”, dije a éste; “pero no me está prohibido decir a Ud. cómo lo voy hacer cumplir.

Se mojarán con kerosene cuatro casas que pronto señalaré y al frente de ellas quedará un soldado montado encargado de encenderla; saldré con la tropa del pueblo y cuando me haya alejado un o dos cuadras, un toque de corneta indicará a los soldados que deben prender el kerosene, y al galope se juntarán conmigo”.

Me estrechó la mano con efusión mientras me daba las gracias y presuroso se alejó con los niños. Unos segundos después salió sin los ornamentos apresuradamente a tranquilizar al pueblo.

Dí las órdenes como lo había indicado al cura y salí del pueblo con la tropa, yendo yo el ultimo. Y cuando nos habíamos retirado un tanto, ordené al corneta tocar atención y un punto agudo”, que era la señal para incendiar el pueblo. Minutos después los soldados encargados de esa misión se nos reunieron y continuamos al trote un largo trayecto.

¡Se puede conciliar en la guerra la energía con la benevolencia!”.

Es una lástima que no se pueda saber el nombre del pueblo que se salvó de ser incendiado.

Luego hace mención de que entre setiembre y octubre aumentó la actividad de los montoneros, realizando labores de sabotaje como cuando se apoderaron de un tren que corría entre Chiclayo y Lambayeque, cortaron un puente del ferrocarril e intentaron quemar otro, el telégrafo amanecía cortado casi diariamente. Hace mención a un hecho desconocido para nosotros , que lo describe así: “En cierta ocasión una partida como de veinte, todos montados llegaron a media tarde hasta la plaza de Chiclayo y después de disparar sus carabinas al centinela apostado en la puerta del cuartel y a varios soldados francos que en el trayecto encontraron, se retiraron. Se ordenó que los granaderos salieran a perseguirlos, pero la caballada estaba pastando en las inmediaciones, lo que indudablemente sabían los montoneros, y aunque se dispuso que rápidamente se alistaran no fue posible alcanzarlos”.

En esos momentos era tanta la agitación de los montoneros que para el servicio ocupaban tanto personal que a veces no se alcanzaban a descansar ni 24 horas. Para noviembre y diciembre se incrementaron las incursiones de los montoneros que salían muchas compañías a dispersarlos. Para mediados de diciembre llegó la orden de abandonar esta guarnición y nuestro cronista de época deja Chiclayo.

                                                                    Portada del libro

Todo lo narrado anteriormente lo sabemos gracias a que en 1925 publica aquel soldado chileno  Arturo Benavides Santos, en el ocaso de su vida su libro titulado “Seis años de vacaciones” que viene a ser, lo que vio de muchacho durante la Guerra con el Perú, sus recuerdos que se convierten en narraciones históricas y anecdóticas. Como todo relato de primera fuente es invaluable su aporte a la historiografía regional.

Este pues es otro rescate del olvido, en mi tarea de muchos años, de búsqueda de material bibliográfico lambayecano o lambayecanista ya que el autor escribe un capítulo dedicado a nuestra región y que mejor título le coloca que el de "Lambayeque", el cual consta de 19 páginas. 

 


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