lunes, 19 de septiembre de 2022

TRES ENJUICIAMIENTOS POR BRUJERÍA EN LAMBAYEQUE

 

TRES ENJUICIAMIENTOS POR BRUJERIA EN EL DPTO DE LAMBAYEQUE



En esta oportunidad nos vamos a referir a los casos de enjuiciamiento por brujería ocurridos en el departamento de Lambayeque entre los siglos XVIII y XX .

El Dr. Juan Lastres en sus estudios al respecto y con referencia a nuestra región dice: “Los brujos o hacedores de daños propiamente dichos, en las comunidades serranas actúan solo acompañados de personas interesadas; no sucede lo mismo  en las poblaciones indígenas de la costa, departamentos de Piura y Lambayeque, donde hay verdaderas asambleas de brujos donde el maestro opera en presencia de un grupo de los familiares del interesado”. Por otro lado H. Castro Pozo nos dice: “El Mal daño tiene por objeto, según el criterio en la hechicería indígena, originar una enfermedad incurable que a la larga produce la muerte de la cual puede salvarse “por la contra, jugada por un igual o más brujos” que el que se prestó a realizar el daño (…)”.

PRIMER CASO: nos vamos a referir al caso en que el Tribunal del Santo Oficio el 17 de marzo de 1772 remitió la causa de María de Jesús Cornejo, alias la jabonera, por hechicerías. Fue esta mujer denunciada en Lambayeque en enero de 1756 por Luisa Guerrero quien dijo que “en descargo de su conciencia” hizo la acusación de que tenía tratos con brujos. Pero ¿Quién era Jesús Cornejo “la jabonera”? : Aquella mujer era de como de sesenta años, dos veces viuda, mediana de cuerpo y grandes ojos azules, quien declaró era católica (confesaba y comulgaba, y al momento del interrogatorio se santiguó y dijo el “pater noster”, Ave María, Credo y Salve en romano) Que ante la pregunta de la causa de su prisión dijo que era por envidia de “la Guerrero” y que ésta: “le gritaba públicamente que era una hechicera, bruja arbolaria y que no iba a parar hasta ponerla en el Tribunal”

Los detalles que dio “la Guerrero” para acusarla fueron los siguientes: “ (…) que usaba unos polvos amarillos que le llevaba un mestizo serrano, con los cuales vio que se untaba ella y varios amigos, y que preguntada por la eficacia de la receta, dijo que era para no ser pobre y para que los hombres la quisiesen; que estuvo en ilícita amistad con un hombre que se hallaba para casarse, de quien dijo que no lo había de hacer, y en efecto el novio vino después donde ella, y que a poco de entrar a su casa se supo que estaba moribundo a causa de cierta bebida que le diera en un mate; que una noche se la había encontrado en una rueda de indios, en figura de tigre, bailando y mochando en lo oculto de unos bosques; que había dado a guardar a cierta mujer un talego i que abriéndolo ésta por curiosidad, había encontrado dentro uñas, cabellos, piedras y otras cosas, de cuyo hallazgo sintió la Cornejo pena extremada, diciendo que ya no se casaría con ella el sujeto a quien amaba y que antes la aborrecería; y tenía una piedra negra redonda con la cual refregaba a sus hijas para que la quisiesen, hasta tanto que las piedras sudaba gotas gordas; que tenía amistad con un brujo de la tierra a quien hacía muy buen agasajo, y que cada vez que venía limpiaba las paredes con un gallinazo para tener buena fortuna; et., etc.

Con todo lo anterior dicho, el Tribunal del Santo Oficio mandó calificar los hechos a los principales frailes, teólogos i doctores de la Universidad. Como sabemos la mayoría de estas personas eran supersticiosas, y como era lógico encontraron a “la Cornejo” como “vehementemente sospechosa en la fe” siendo puesta en la cárcel.

Su futuro de esta mujer quizás ya estaba determinado, pero quiso la buena suerte de la acusada que fue defendida por el Marqués de Casaconcha, (Melchor José de Santiago Concha y Errazquín (Lima 1716/1795) Letrado y Oidor en Indias) quien poniendo todo su interés en la defensa, justificó que todo debía atribuirse a “imaginación de mujeres”. Librándose así María de Jesús Cornejo “la jabonera” de una sentencia que pudo llevarla hasta la muerte. (Historia del Tribunal del Santo Oficio – J.T. Medina- Tomo II – 1887).



SEGUNDO CASO: El 27 de agosto de 1897 el párroco de Chongoyape Baltazar Llanos Mercado, envía una carta al Coronel …..Prefecto del Departamento de Lambayeque para denunciar la muerte de un tal Ángel González de 24 años de manos del hechicero José María Salés, habiendo sido recogida por el párroco una alforja con útiles de brujería; además denunciaba la actitud de las autoridades locales de apoyadoras del brujo, pues e cadáver de la víctima González, que muchas personas reconocieron, daba muestras de envenenamiento por algún brebaje; dando motivo a que se siga de oficio la causa criminal contra el “brujo” Salés por envenenamiento.

Detenido Salés, se le tomó su instructiva al reo de 25 años de edad, natural de Chiclayo y residente e Chongoyape, soltero, agricultor y de religión católica; quien a las preguntas de ley dijo: “que conocía la alforja que se le presentaba y que contenía útiles para “limpiar” porque era “curioso” que no sabía la causa de su prisión, así como quien hubiera dado a Ángel González el brebaje de que se le hablaba, habiendo estado ese día en su chacra sacando panca; que era amigo de Ángel González y que el hermano de este Beltrán Tabares lo comprometió para que curara a dicho Ángel a lo que el declarante se excusó por no tener casa para ello y que cuando fue al campo encontró al enfermo a quien se excusó de curar porque desde mucho antes estaba muy mal”.

Se recogieron las declaraciones de los testigos: Baltazar Tabares, el otro hermano de la víctima dijo que ocho días antes de la muerte de su hermano lo encontró en casa de Salés arreglando con este su curación pidiéndole 50 soles para dejarlo sano.

El otro hermano de la víctima Gabriel Tabares manifestó que presenció que Salés le dio de beber en un vaso un compuesto de varias yerbas que él no conocía. Los otros testigos Pedro García vió que llevaron a Ángel González a donde Salés para que lo sanara, por otro lado la testigo Dominga Castro dijo que sabía del compromiso contraído por Salés para curar a González.

En la casa de una tal Manuela Arbaiza se hizo el reconocimiento del cadáver que ya estaba en un ataúd “puesto de espaldas, cubierto de una mortaja negra, la que estaba colocada sobra la ropa que usaba; se le quitó la mortaja y la ropa para examinar el cuerpo y se le encontró manchas negras al lado izquierdo del cuerpo y botaba sangre colorada espumosa por la nariz también del lado izquierdo (…) vestigios de otra naturaleza no se le ha encontrado”.

Como se comprenderá en aquellos años la medicina forense era muy incipiente y mas en los pueblos alejados. Como un dato importante damos a conocer el contenido de la alforja del acusado: “Una talega de semilla blanca con varias piedras de mar y huacos que sirven para limpiar a los enfermos que cura. Una id. rotosa con envoltijos en el dentro que contiene dos estampitas de nuestro Señor Jesucristo Crucificado y dos figuritas desconocidas. Una talega de género blanco que contiene cortezas y que dice que son de Santo Tomé. Un bolsillo de pantalón de casinete que tiene trece conchas entre grandes y chicas y tres caracoles que dice sirven para adornar su mesa. Una talega vieja de tocuyo con cuatro cristales, una bola de id. que en el dentro se veía una figura. Un prisma y una jarrita de cristal que dice ser el rayo. Tres cocos chicos de tutuma con varias perforaciones y pepitas en el dentro, un palito atravesado en los extremos, que dice ser complemento de mesa. Una figura de mármol, dos piedras lisas, una id. blanca de yeso, dos conchas y un caracol, una caja de fósforos, dos reales de esperma, veintidós botellitas que han sido de agua florida, que contienen aguas con vegetales en el dentro que sirven de remedio. Un trapito con yerbas desconocidas que dice llamarse el Cóndor. Un palo de chonta con regantón de fierro que dice es bueno para cortar el aire”.

El Juez de 1° Instancia de Chiclayo Dr. Tagle, deseando tener aseveración de la causa porque se le acusa al brujo Salés solicita que dos facultativos realicen la exhumación del cadáver y examinen minuciosamente las vísceras para tener “la convicción legal que necesita la justicia” a lo que el medico José Félix Arias de fecha 17 de setiembre responde al Juez diciéndole que una exhumación sería ya inútil: “Como tengo dicho, ellos usan vegetales y entre ellos un poderoso narcótico la Hipiaque su acción se acentúa en el cerebro y en el estómago y como estas dos vísceras, en el tiempo que hace fue muerto González ya no existen por la descomposición por la que ha pasado, no podría hallarse huellas del narcótico”.

Para el 1° de setiembre el párroco de Chongoyape envía carta al Prefecto donde cuenta de las amenazas por quitarle la alforja del inculpado por personas interesadas de salvar al acusado, por lo que remite para su análisis dos botellitas de las 22 encontradas para ser analizadas y se conozca el contenido.

Es por este motivo que se pide a lo doctores Juan del Carmen Ugaz Maradiegue y don Leonidas Avendaño Ureta se sirvan analizar si el líquido que contiene es sustancia toxica. A lo que dichos facultativos responden a la Autoridad Judicial que se necesitaría un laboratorio toxicológico con todos sus reactivos y se necesitarían muchas horas de trabajo y una cantidad elevada de dinero se gastaría y además la exhumación del cadáver y algo muy importante, se pruebe la identidad de los frascos (en sus contenido) habiéndose omitido el sellado y precintado de los mismos, diciéndole además: “Ningún perito señor Juez, recibe para su análisis frascos en los que se hayan omitido estas judiciales e imprescindibles precauciones”. Recomendado acudir a la Facultad de Medicina de Lima para el análisis respectivo. {La publicación del juicio fue hecha en LA REVISTA JURÍDICA (órgano de los intereses judiciales y administrativos del departamento de La Libertad, de 1897) se ve interrumpida la publicación de este caso, quizás sea porque no se pudo tener pruebas para condenar al brujo}.



TERCER CASO: Para este caso, quien lo da a conocer es Carlos Bachmann en su “Monografía del Departamento de Lambayeque” de 1921 al contar: “El siguiente hecho da idea de lo arraigada que está en los pueblos del departamento de Lambayeque la creencia e brujería, maleficios, etc. Un colono de la hacienda “Aquipampa”,(1) fue al pueblo de Salas a servir de padrino de un matrimonio. Este hombre tenía fama de ser el brujo más malero del distrito. En esa fecha grasaba una epidemia de tifus en los montes de la mencionada población, desapareciendo familias enteras. Las autoridades dl pueblo tomaron preso  ese individuo, señalado y acusado como el causante de la mortalidad. Lo encarcelaron para matarlo por la noche y sin comprometerse mucho. Por felicidad influyeron unos señores de Lambayeque. Presentes allí solicitaron la libertad del preso, previa denuncia al juez de la provincia.

Las autoridades estaban contristadas, pues se les obligaba a dar libertad al brujo. Temblaban de miedo ante la futura venganza del encantador malero; pero sin embargo, ofrecieron concederle la libertad para el dia siguiente. A media noche, el gobernador, el alcalde municipal, los concejales, jueces de paz etc. Se dirigieron sigilosamente, favorecidos por la oscuridad de la noche a la cárcel. Como ellos creen que la única manera de impedir a un brujo hacer daño es chupándole la sangre, una vez abierta la puerta de la cárcel se precipitaron los honorables sobre el viejo brujo que era feísimo y de aspecto repugnante, y a porfía le arrancaron los pelos y comenzaron a chuparle la sangre.

Cuando se cansaron abandonaron a su víctima, casi exánime, teniendo ésta que regresar a la hacienda por distintos caminos, pues algunos individuos lo acechaban para asesinarlo. Un año después se halló a este pobre hombre estrangulado en un camino.

(1)Este colono fue del señor Mesones Muro, quien en noviembre de 1920 nos ha confirmado el hecho en el propio Ferreñafe.

Estos enjuiciamientos sucedidos en tres siglos, son solo un ejemplo de la creencia en chamanes y brujos en la región desde nuestra historia precolombina, una muestra de ello sería los restos de un chamán hallado en el cerro de Eten quien tenía una sonaja incrustada en el fémur, encontrado en 1978 por el arqueólogo Carlos Elera.


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