LAMBAYEQUE VISTO POR
VIAJEROS (SIGLO XVIII)
Entre enero y
febrero del 2019, di a conocer en el Grupo de Facebook “Antiguas fotos de
Chiclayo”, del cual soy colaborador habitual, algunos resultados de lo que, en
mi búsqueda de material bibliográfico lambayecano y lambayecanista, había
encontrado en cuanto a viajeros de siglos pasados que visitaron nuestra tierra;
dichas publicaciones fueron notas sueltas y diversas a las que hoy vuelvo en
este mi blog. La presente nota trata pues de dos libros de viajeros españoles
que transitaron por América en el siglo XVIII y refirieron lo que vieron a su
paso. (Ver títulos de los libros en
mayúsculas párrafos más adelante) En ambos casos, las dos narraciones al
referirse a estos lares dieron más atención al pueblo de Lambayeque por ser
entonces el de mayor importancia. Además, en vista de que en el primero de los
libros los autores siguen usos del español de épocas anteriores he tratado de
allanar en lo posible tales dificultades y ofrezco mis disculpas anticipadas
por los errores que haya podido cometer.
Jorge Juan y
Santacilia (humanista, científico e ingeniero naval) visitó América junto con
Antonio de Ulloa y de la Torre Giralt (naturalista, astrónomo, militar y
escritor); ambos describieron sus viajes en la “RELACION HISTORICA DEL VIAJE A LA AMERICA MERIDIONAL HECHO DE ORDEN DE
S. MAG. PARA MEDIR ALGUNOS GRADOS DE MERIDIANO TERRESTRE Y VENIR POR ELLOS EN
CONOCIMIENTO DE LA VERDADERA FIGURA Y MAGNITUD DE LA TIERRA, CON OTRAS
OBSERVACIONES ASTRONOMICAS Y PHISICAS “ ; Madrid 1748.
Jorge Juan y Santacilia
En lo que
respecta a lo que es para nosotros materia de interés, empiezan describiendo su
experiencia a través de los caminos que llevan hasta Mórrope anotando lo fácil
que sería perderse en el desierto si no fuera por los guías:
“El día 24 * de 1740 salimos
de Sechura, y entrando en el despoblado caminamos por él, con algunas cortas
paradas de descanso hasta el siguiente, que a las 5 de la tarde llegamos a el
Pueblo de Mórrope, cuya distancia será en todo de 28 a 30 leguas; (…) Lo igual
y unido de este llano, fue una gran distancia, y la facilidad de borrarse el
camino por la inconstancia del suelo hace que pierdan la senda aun los más
prácticos; pero su habilidad consiste en tales ocasiones en volverla a recobrar;
para lo cual se valen de uno de dos artilugios. El primero llevar el viento de
la cara, cuando van hacia Lima, y al contrario al tiempo de volver; porque
reinan constantemente los vientos del Sur, están seguros de no perderse con esta
regla: y lo segundo coger arena en distintas partes, y olerla, pues por el olfato distinguen si es o no por
allí la vereda; en la cual siempre queda
algo del estiércol de las mulas. Los que no se hallan con suficiente práctica, de tales sitios corren mucho peligro si
rendidos del sueño, o del cansancio se atrapa, y se paran; pues cuando vuelven,
se ven sin poder deliberar en el derrotero, que van de seguir, y perdido el
sentido una vez, perecen de necesidad, y fatiga, como ha sucedido a algunos. El
Pueblo de Mórrope, que se compondrá como de 70 a 80 casas de la misma forma que
los sus antecesores, contiene 160 vecinos, que son indios: tiene un rio, que
está no distante de él, y llaman los Pozuelos; (…) pero en todas sus orillas
hay muchas chacras y árboles. Es tal el instinto de los animales, que trafican
por este camino, que llega su olfato el olor del agua a más de cuatro leguas,
se alborotan tanto, luego que la perciben, que sería difícil el quererlos
detener: con que abreviando terminan la jornada con mayor destreza”.
Antonio de Ulloa
Luego hacen una
descripción de Lambayeque y su Iglesia y cuentan también de lo sucedido en
Zaña:
“El día 26. pasamos de Mórrope al Pueblo de Lambayeque distante de aquél
4 leguas y media y habiendo hecho medición en él todo el día 27 se observó la
Latitud de 6 g. 41 m. 37s. Contará este Pueblo como de 1500 casas de todas
calidades; esto es unas de adobes; otras de (Bajareques) {sic}, que se reduce à
fabricar de cañas lo interior de las paredes, y embarrarlas después por dentro
y fuera; y las ultimas de solo caña, o rancherías, que sirven de habitación a
los indios. Su vecindario es como de 3000 vecinos, entre los cuales hay
Familias de mucho lustre, y conveniencias: lo restante son españoles pobres,
mestizos, mulatos e indios. La Iglesia Parroquial, cuya fábrica es de cal y
piedra, es muy capaz, vistosa en lo exterior y con sobresalientes adornos para el
culto. Hay en ella cuatro Capillas, que llaman Ramadas, con otros tantos Curas
para el cuidado espiritual de los indios; los cuales alternan. Y asisten a los
demás grupos de gentes, que componen aquel vecindario.
El hallarse tan numeroso este Pueblo procede de que
las familias, que hoy tiene, habitaban antes en la Ciudad de Saña, que fue
destruida, y arruinada en una invasión, que padeció por los años de 1685 del Pirata
Eduardo Davis: a la que figuro algunos años después una formidable crecida de
las aguas de aquel rio, que tiene su nombre; y esto acabo de destruirla y
abandonada totalmente, se mudaron sus moradores a Lambayeque. Reside en él un
Corregidor, a cuya Jurisdicción con otros varios Pueblos, pertenece el de
Mórrope, y un Oficial Real de los dos, destinado en Trujillo. Hace vecindad a
este Pueblo un rio llamado de Lambayeque: cuando está crecido, como lo estaba
en eta ocasión, se pasa por un puente de madera, pero no botándolo, muchas
veces llega a estar seco totalmente”.
Terminan
describiendo su salida de Lambayeque y los pueblos que pasan y haciendo mención
a la producción que hay en esta zona:
“El 28 salimos de Lambayeque, y
pasando por el Pueblo de Monsefú, que dista de aquél como 4 a 5 leguas,
llegamos a hacer parada cerca de la Playa en un sitio, que llaman las Lagunas,
por haberlas de agua dulce de los relaves, que forma en aquel paraje el rio de
Saña; y volviendo a proseguir el 29, pasamos a nado el Rio de Xequetepeque,
dejando el pueblo de este nombre, como a un cuarto de legua de distancia, hasta
concluir la jornada en el Pueblo de San
Pedro distante de Lambayeque 20 leguas, y el ultimo de su Corregimiento.
Observo su latitud, y queda determinada en 7g. 25 m. 49s.
El Territorio de Lambayeque en lo
que puede alcanzar la humedad del rio con la de las acequias, es fértil, y
produce muchas Frutas: unas semejantes a las de Europa, y otras de las
Criollas. Como a diez leguas de él hay parrales, de cuya uva se hace algún
vino, aunque no en abundancia, ni de calidad tan sobresaliente, como el de
otras partes del Perú. Entre la gente pobre de aquel Vecindario se tejen
algunas cosas de algodón, como colchas labradas, mantelerías, y otras
semejantes”.
El
segundo libro del que doy cuenta fue escrito por fray Juan de Santa
Gertrudis, franciscano español y autor de la famosa obra “MARAVILLAS
DE LA NATURALEZA”, en la que relató
con un estilo muy peculiar sus correrías misioneras por tierras de Colombia,
Ecuador y Perú, entre 1757 y 1767.
Describe su llegada a Lambayeque y su encuentro con un compatriota y, de
paso, se refiere a la fabricación de sombreros:
"El peón que nos acompañaba me informó que en Lambayeque había una
señora viuda muy rica, que hospedaba a todos los religiosos nuestros, y así al
llegar a la ciudad, nos guió derecho a su casa, la cual me recibió con mucho
gusto y agasajo, y luego me señaló un cuarto en que pusieron mis trastes. Tenía
en el patio de la casa unos árboles tamarindos, a cuya sombra se pusieron mis
bestias, y luego se compró alfalfa que hay con mucha abundancia, y quedé ya del
todo compuesto. Allí me dieron noticia que había en la ciudad un mallorquín
casado, llamado don Antonio Fullana. Salí al cabo de rato, y fui a su casa, y
supe que era de Lumayor. Este hombre sabía con juncos tejer un sombrero. Supe
pues que una legua de Lambayeque había una laguna en que se cultivaban muchos
juncos muy finos y delicados. Enseñó pues a un indio de tejer sombreros, y
entre ellos fabricaron un lote, y viendo que tenían buena aceptación, fue
aumentando fabricantes, y a tener correspondencia hasta Lima y Cuenca, y con
sólo este comercio de los sombreros de juncos ha enriquecido..."
"A la sazón tenía 14 indios fabricantes, y les daba cada día a todos dos reales de guarapo, y a cada uno un real y medio diario; y cada cual le fabricaba cada día cuatro sombreros, y él los vendía a cuatro reales cada uno. Estos días había aparecido a su casa otro mallorquín perdulario, que venía fugitivo de un navío que había llegado de España a Lima, y como no tenía más que lo que llevaba encima, iba el hombre desviado. Él se quería acompañar conmigo, pero yo no dejaría ya que tenía a mi don Francisco, no le admití. Al cabo de rato salí con don Antonio, y me guió a una tienda en que compré cinco libras de munición, que con las pavas de Piura la había acabado."
Luego
cuenta cómo fue su visita al Vicario del pueblo y narra su desencuentro con
este personaje:
"Le dije después que me
acompañase a ver al señor Vicario. Este era el Vicario Rubio, que dije
anteriormente que decían que tenía maleficiado al obispo de Trujillo. En el
camino le pregunté sobre el particular, y me dijo que era voz pública que
estaba muy mal visto en la ciudad, porque era muy pleitista, y acababa de tener
un grande cuento con el Corregidor, y que estaba encontrado con los dos curas y
con la mayor parte de la clerecía, por su soberbia y de un hijo suyo clérigo,
que él había sido antes casado.
Ya que llegamos allá lo hallé con
su hijo y otro clérigo. Díjele como acababa de llegar y venía a besarle las
manos para que me mandase. Enséñele la licencia del Comisario General, y
después de haberla leído me dijo: Padre, usted viene apóstata, porque debía
haberse ido a embarcar a Cartagena. Yo le respondí: ¿Qué, esta patente díselo
así? Respondió que no; pero que estando en el obispado de Quito, que pertenece
al Virreinato de Santa Fe, no podía venir a embarcarme por Lima. Yo le dije:
Esto lo habrá usted encontrado en algún autor teólogo o en Sánchez De
Matrimonio. Miren qué teólogo éste para decirme a mí que vengo apóstata. Sí
señor, respondió él, y le prohíbo desde ahora que no puede decir misa. Yo si me
da la gana la diré en medio de la plaza, que, por razón de misionero
apostólico, que supongo más que toda su Vicaría, puedo llevar, como los
obispos, altar portátil. Él me dijo que le enseñase esta facultad. Yo le dije
que esto lo debía él saber por su oficio, y supuesto que no lo sabía, se
infería su ignorancia culpable.
Cuando los dos compañeros vieron
el modo con que yo le rebatía, se pusieron a promediar y apaciguar la materia,
y él vino a decirme: Por fin, Padre, sólo los días de fiesta le permito que
pueda decir misa. Entonces le dije yo ya con ira: Esto confirma más su
ignorancia, porque suponiendo que vengo apóstata, y por consiguiente
excomulgado, me da licencia para celebrar, ignorando, siendo párroco, que
entonces quedaba suspenso, y la iglesia entredicha. Los Superiores de los
conventos por donde he pasado han visto esta licencia de mi Superior general, y
la han aprobado, y usted, que no sabe su obligación, la quiere reprobar.
Sabe más un puro Guardián de un
convento nuestro que el Vicario Rubio con toda la prosapia de los Rubios, hasta
la octava generación. Diciendo esto me salí de la casa, y me fui. En casa de la
señora donde me apee, tenía la señora un sobrino clérigo y cura de una
parroquia. Yo le conté la mano, y me dijo: Véngase usted a decir misa cada día
en San José; a ver cómo lo impide este señor Vicario. Yo por quitarme de
empeños con un hombre que ya sabía que usaba de maleficios, tomé por mejor,
supuesto que la señora tenía en casa su capilla, decir misa en ella, y así lo
hice, los cuatro días que ahí paré."
Luego
hace una descripción el pueblo de Lambayeque y su producción:
"Lambayeque está fundado en un arenal, y es más grande que Piura, y
tiene mejores calles y casas. puede tener siete mil vecinos. la mayor parte es
gente blanca y mestizos, y la menor son indios, negros y mulatos. es pueblo
rico, y tiene las mismas cosechas que Piura, pero su principal comercio es el
jabón que hace del sebo de las cabras y cabrones, que se lleva tierra arriba
hasta Lima y toda la serranía, y tierra abajo hasta Popayán. y después los
cordobanes que del pellejo fabrican, y para ello tienen grandes partidas de
ganado cabruno. Tenía la señora un hermano clérigo, y entre los dos tenían
sobre doscientas mil cabezas de este ganado, aquellos días la señora había
hecho una matanza de 30 mil cabezas. la carne se sala y seca se vende, y es,
aunque negruzca, más sabrosa que el carnero; allí trajeron una tarde para el
abasto de la casa 10 mil lenguas saladas y secas, y la señora me regaló 400, y
me sirvieron muy bien. no tiene Lambayeque más iglesias que dos parroquias, sin
convento ninguno. don Antonio me regaló dos sombreros finos de juncos, uno para
mi y otro para mi chapetón don Francisco. yo el quinto día partí, y ya cansado de tanto arenal, tomé sin
baqueano el camino de la sierra. a cosa de mediodía empezamos a encontrar cuadrillas
de gente que venía de la fiesta de la Virgen de la cueva santa, que se venera
en Santa Bárbara, y todos me preguntaban si nos habían salido unos negros
levantados, que andaban por el pie de la sierra, y salían a hurtar, y habían
hecho ya algunas muertes. yo con estas noticias, tomé la escopeta y le cargué
una bala, por lo que podía sobrevenir; pero no sucedió. a buena hora llegamos a
la casa de un mestizo con ánimo de acampar allí, y al revolver de la esquina
para el portal, hubo de haber dos patos tamaños como unos gansos, casta de
guinea, que tienen la cabeza llena de corales como los pavos. mi mula, que era
algo pajarera, tuvo miedo, y dio una estampida, y por poco me estampa en el
suelo."
Los dos textos nos dan una imagen
bastante vívida de un Lambayeque eminentemente rural ( el pueblo principal solo
contaba con unos pocos miles de habitantes y las vías de comunicación eran
sumamente precarias) pero la descripción de los poblados y sus pobladores deja
advertir un claro deslinde social y económico entre españoles, mestizos e
indios y una economía básicamente autosuficiente con algunas actividades que
empiezan a despuntar y a proyectarse más allá de los confines regionales aunque
todavía dentro de un horizonte artesanal. El texto de Juan y Ulloa trasunta una
visión científica de la realidad (de allí, detalles como la determinación de la
latitud de algunos lugares) en tanto que el escrito del fraile ahonda en cierta
medida en las relaciones interpersonales y por momentos evoca la literatura
picaresca española de siglos anteriores. A lo precedente, añadamos una
observación circunstancial: entre las menciones de lugares por los que pasan o
se detienen los viajeros hay varios
nombres conocidos también en nuestros días pero no se menciona a Chiclayo que
en aquella época no pasaba de ser un diminuto asentamiento humano. En términos
generales, los dos textos muestran una sociedad que pareciera congelada en el
tiempo aunque solo sea una impresión equívoca habida cuenta de que el siglo
XVIII fue época de rebeliones en el virreinato peruano.
*Así consta en el libro escrito por
el autor.
Interesantes escritos con una narrativa que transporta a la época (1740) Aparentemente Lambayeque tenía relativa importancia por estar en la ruta a Saña y no se menciona a Chiclayo que ya habia sido fundada en 1720.
ResponderEliminarQueda claro que había un camino costero, más cercano al litoral costero, paralelo al seguido por los hispanos que es el del que aún quedan tramos que se aprecian en Patapo y Tuman. El que llevaba hacia Collique _ Zaña.
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