martes, 11 de febrero de 2020

Lambayeque visto por viajeros siglo XVIII




LAMBAYEQUE VISTO POR VIAJEROS (SIGLO XVIII)

Entre enero y febrero del 2019, di a conocer en el Grupo de Facebook “Antiguas fotos de Chiclayo”, del cual soy colaborador habitual, algunos resultados de lo que, en mi búsqueda de material bibliográfico lambayecano y lambayecanista, había encontrado en cuanto a viajeros de siglos pasados que visitaron nuestra tierra; dichas publicaciones fueron notas sueltas y diversas a las que hoy vuelvo en este mi blog. La presente nota trata pues de dos libros de viajeros españoles que transitaron por América en el siglo XVIII y refirieron lo que vieron a su paso. (Ver títulos de los libros en mayúsculas párrafos más adelante) En ambos casos, las dos narraciones al referirse a estos lares dieron más atención al pueblo de Lambayeque por ser entonces el de mayor importancia. Además, en vista de que en el primero de los libros los autores siguen usos del español de épocas anteriores he tratado de allanar en lo posible tales dificultades y ofrezco mis disculpas anticipadas por los errores que haya podido cometer.

Jorge Juan y Santacilia (humanista, científico e ingeniero naval) visitó América junto con Antonio de Ulloa y de la Torre Giralt (naturalista, astrónomo, militar y escritor); ambos describieron sus viajes en la RELACION HISTORICA DEL VIAJE A LA AMERICA MERIDIONAL HECHO DE ORDEN DE S. MAG. PARA MEDIR ALGUNOS GRADOS DE MERIDIANO TERRESTRE Y VENIR POR ELLOS EN CONOCIMIENTO DE LA VERDADERA FIGURA Y MAGNITUD DE LA TIERRA, CON OTRAS OBSERVACIONES ASTRONOMICAS Y PHISICAS “ ; Madrid 1748.





                                                                             Jorge Juan y Santacilia

En lo que respecta a lo que es para nosotros materia de interés, empiezan describiendo su experiencia a través de los caminos que llevan hasta Mórrope anotando lo fácil que sería perderse en el desierto si no fuera por los guías:


“El día 24 * de 1740 salimos de Sechura, y entrando en el despoblado caminamos por él, con algunas cortas paradas de descanso hasta el siguiente, que a las 5 de la tarde llegamos a el Pueblo de Mórrope, cuya distancia será en todo de 28 a 30 leguas; (…) Lo igual y unido de este llano, fue una gran distancia, y la facilidad de borrarse el camino por la inconstancia del suelo hace que pierdan la senda aun los más prácticos; pero su habilidad consiste en tales ocasiones en volverla a recobrar; para lo cual se valen de uno de dos artilugios. El primero llevar el viento de la cara, cuando van hacia Lima, y al contrario al tiempo de volver; porque reinan constantemente los vientos del Sur, están seguros de no perderse con esta regla: y lo segundo coger arena en distintas partes, y olerla, pues por el olfato distinguen si es o no por allí la vereda; en la cual siempre queda algo del estiércol de las mulas. Los que no se hallan con suficiente práctica, de tales sitios corren mucho peligro si rendidos del sueño, o del cansancio se atrapa, y se paran; pues cuando vuelven, se ven sin poder deliberar en el derrotero, que van de seguir, y perdido el sentido una vez, perecen de necesidad, y fatiga, como ha sucedido a algunos. El Pueblo de Mórrope, que se compondrá como de 70 a 80 casas de la misma forma que los sus antecesores, contiene 160 vecinos, que son indios: tiene un rio, que está no distante de él, y llaman los Pozuelos; (…) pero en todas sus orillas hay muchas chacras y árboles. Es tal el instinto de los animales, que trafican por este camino, que llega su olfato el olor del agua a más de cuatro leguas, se alborotan tanto, luego que la perciben, que sería difícil el quererlos detener: con que abreviando terminan la jornada con mayor destreza”.


                                                                               Antonio de Ulloa

Luego hacen una descripción de Lambayeque y su Iglesia y cuentan también de lo sucedido en Zaña:
  
“El día 26. pasamos de Mórrope al Pueblo de Lambayeque distante de aquél 4 leguas y media y habiendo hecho medición en él todo el día 27 se observó la Latitud de 6 g. 41 m. 37s. Contará este Pueblo como de 1500 casas de todas calidades; esto es unas de adobes; otras de (Bajareques) {sic}, que se reduce à fabricar de cañas lo interior de las paredes, y embarrarlas después por dentro y fuera; y las ultimas de solo caña, o rancherías, que sirven de habitación a los indios. Su vecindario es como de 3000 vecinos, entre los cuales hay Familias de mucho lustre, y conveniencias: lo restante son españoles pobres, mestizos, mulatos e indios. La Iglesia Parroquial, cuya fábrica es de cal y piedra, es muy capaz, vistosa en lo exterior y con sobresalientes adornos para el culto. Hay en ella cuatro Capillas, que llaman Ramadas, con otros tantos Curas para el cuidado espiritual de los indios; los cuales alternan. Y asisten a los demás grupos de gentes, que componen aquel vecindario.
El hallarse tan numeroso este Pueblo procede de que las familias, que hoy tiene, habitaban antes en la Ciudad de Saña, que fue destruida, y arruinada en una invasión, que padeció por los años de 1685 del Pirata Eduardo Davis: a la que figuro algunos años después una formidable crecida de las aguas de aquel rio, que tiene su nombre; y esto acabo de destruirla y abandonada totalmente, se mudaron sus moradores a Lambayeque. Reside en él un Corregidor, a cuya Jurisdicción con otros varios Pueblos, pertenece el de Mórrope, y un Oficial Real de los dos, destinado en Trujillo. Hace vecindad a este Pueblo un rio llamado de Lambayeque: cuando está crecido, como lo estaba en eta ocasión, se pasa por un puente de madera, pero no botándolo, muchas veces llega a estar seco totalmente”.

Terminan describiendo su salida de Lambayeque y los pueblos que pasan y haciendo mención a la producción que hay en esta zona:

“El 28 salimos de Lambayeque, y pasando por el Pueblo de Monsefú, que dista de aquél como 4 a 5 leguas, llegamos a hacer parada cerca de la Playa en un sitio, que llaman las Lagunas, por haberlas de agua dulce de los relaves, que forma en aquel paraje el rio de Saña; y volviendo a proseguir el 29, pasamos a nado el Rio de Xequetepeque, dejando el pueblo de este nombre, como a un cuarto de legua de distancia, hasta concluir la jornada en el Pueblo de San Pedro distante de Lambayeque 20 leguas, y el ultimo de su Corregimiento. Observo su latitud, y queda determinada en 7g. 25 m. 49s.
El Territorio de Lambayeque en lo que puede alcanzar la humedad del rio con la de las acequias, es fértil, y produce muchas Frutas: unas semejantes a las de Europa, y otras de las Criollas. Como a diez leguas de él hay parrales, de cuya uva se hace algún vino, aunque no en abundancia, ni de calidad tan sobresaliente, como el de otras partes del Perú. Entre la gente pobre de aquel Vecindario se tejen algunas cosas de algodón, como colchas labradas, mantelerías, y otras semejantes”.

El segundo libro del que doy cuenta fue escrito por fray Juan de Santa Gertrudis, franciscano español y autor de la famosa obra “MARAVILLAS DE LA NATURALEZA”, en la que relató con un estilo muy peculiar sus correrías misioneras por tierras de Colombia, Ecuador y Perú, entre 1757 y 1767.



Describe su llegada a Lambayeque y su encuentro con un compatriota y, de paso, se refiere a la fabricación de sombreros:

"El peón que nos acompañaba me informó que en Lambayeque había una señora viuda muy rica, que hospedaba a todos los religiosos nuestros, y así al llegar a la ciudad, nos guió derecho a su casa, la cual me recibió con mucho gusto y agasajo, y luego me señaló un cuarto en que pusieron mis trastes. Tenía en el patio de la casa unos árboles tamarindos, a cuya sombra se pusieron mis bestias, y luego se compró alfalfa que hay con mucha abundancia, y quedé ya del todo compuesto. Allí me dieron noticia que había en la ciudad un mallorquín casado, llamado don Antonio Fullana. Salí al cabo de rato, y fui a su casa, y supe que era de Lumayor. Este hombre sabía con juncos tejer un sombrero. Supe pues que una legua de Lambayeque había una laguna en que se cultivaban muchos juncos muy finos y delicados. Enseñó pues a un indio de tejer sombreros, y entre ellos fabricaron un lote, y viendo que tenían buena aceptación, fue aumentando fabricantes, y a tener correspondencia hasta Lima y Cuenca, y con sólo este comercio de los sombreros de juncos ha enriquecido..."

"A la sazón tenía 14 indios fabricantes, y les daba cada día a todos dos reales de guarapo, y a cada uno un real y medio diario; y cada cual le fabricaba cada día cuatro sombreros, y él los vendía a cuatro reales cada uno. Estos días había aparecido a su casa otro mallorquín perdulario, que venía fugitivo de un navío que había llegado de España a Lima, y como no tenía más que lo que llevaba encima, iba el hombre desviado. Él se quería acompañar conmigo, pero yo no dejaría ya que tenía a mi don Francisco, no le admití. Al cabo de rato salí con don Antonio, y me guió a una tienda en que compré cinco libras de munición, que con las pavas de Piura la había acabado."




Luego cuenta cómo fue su visita al Vicario del pueblo y narra su desencuentro con este personaje:

"Le dije después que me acompañase a ver al señor Vicario. Este era el Vicario Rubio, que dije anteriormente que decían que tenía maleficiado al obispo de Trujillo. En el camino le pregunté sobre el particular, y me dijo que era voz pública que estaba muy mal visto en la ciudad, porque era muy pleitista, y acababa de tener un grande cuento con el Corregidor, y que estaba encontrado con los dos curas y con la mayor parte de la clerecía, por su soberbia y de un hijo suyo clérigo, que él había sido antes casado.
Ya que llegamos allá lo hallé con su hijo y otro clérigo. Díjele como acababa de llegar y venía a besarle las manos para que me mandase. Enséñele la licencia del Comisario General, y después de haberla leído me dijo: Padre, usted viene apóstata, porque debía haberse ido a embarcar a Cartagena. Yo le respondí: ¿Qué, esta patente díselo así? Respondió que no; pero que estando en el obispado de Quito, que pertenece al Virreinato de Santa Fe, no podía venir a embarcarme por Lima. Yo le dije: Esto lo habrá usted encontrado en algún autor teólogo o en Sánchez De Matrimonio. Miren qué teólogo éste para decirme a mí que vengo apóstata. Sí señor, respondió él, y le prohíbo desde ahora que no puede decir misa. Yo si me da la gana la diré en medio de la plaza, que, por razón de misionero apostólico, que supongo más que toda su Vicaría, puedo llevar, como los obispos, altar portátil. Él me dijo que le enseñase esta facultad. Yo le dije que esto lo debía él saber por su oficio, y supuesto que no lo sabía, se infería su ignorancia culpable.
Cuando los dos compañeros vieron el modo con que yo le rebatía, se pusieron a promediar y apaciguar la materia, y él vino a decirme: Por fin, Padre, sólo los días de fiesta le permito que pueda decir misa. Entonces le dije yo ya con ira: Esto confirma más su ignorancia, porque suponiendo que vengo apóstata, y por consiguiente excomulgado, me da licencia para celebrar, ignorando, siendo párroco, que entonces quedaba suspenso, y la iglesia entredicha. Los Superiores de los conventos por donde he pasado han visto esta licencia de mi Superior general, y la han aprobado, y usted, que no sabe su obligación, la quiere reprobar.
Sabe más un puro Guardián de un convento nuestro que el Vicario Rubio con toda la prosapia de los Rubios, hasta la octava generación. Diciendo esto me salí de la casa, y me fui. En casa de la señora donde me apee, tenía la señora un sobrino clérigo y cura de una parroquia. Yo le conté la mano, y me dijo: Véngase usted a decir misa cada día en San José; a ver cómo lo impide este señor Vicario. Yo por quitarme de empeños con un hombre que ya sabía que usaba de maleficios, tomé por mejor, supuesto que la señora tenía en casa su capilla, decir misa en ella, y así lo hice, los cuatro días que ahí paré."



Luego hace una descripción el pueblo de Lambayeque y su producción:

"Lambayeque está fundado en un arenal, y es más grande que Piura, y tiene mejores calles y casas. puede tener siete mil vecinos. la mayor parte es gente blanca y mestizos, y la menor son indios, negros y mulatos. es pueblo rico, y tiene las mismas cosechas que Piura, pero su principal comercio es el jabón que hace del sebo de las cabras y cabrones, que se lleva tierra arriba hasta Lima y toda la serranía, y tierra abajo hasta Popayán. y después los cordobanes que del pellejo fabrican, y para ello tienen grandes partidas de ganado cabruno. Tenía la señora un hermano clérigo, y entre los dos tenían sobre doscientas mil cabezas de este ganado, aquellos días la señora había hecho una matanza de 30 mil cabezas. la carne se sala y seca se vende, y es, aunque negruzca, más sabrosa que el carnero; allí trajeron una tarde para el abasto de la casa 10 mil lenguas saladas y secas, y la señora me regaló 400, y me sirvieron muy bien. no tiene Lambayeque más iglesias que dos parroquias, sin convento ninguno. don Antonio me regaló dos sombreros finos de juncos, uno para mi y otro para mi chapetón don Francisco. yo el quinto día partí, y ya cansado de tanto arenal, tomé sin baqueano el camino de la sierra. a cosa de mediodía empezamos a encontrar cuadrillas de gente que venía de la fiesta de la Virgen de la cueva santa, que se venera en Santa Bárbara, y todos me preguntaban si nos habían salido unos negros levantados, que andaban por el pie de la sierra, y salían a hurtar, y habían hecho ya algunas muertes. yo con estas noticias, tomé la escopeta y le cargué una bala, por lo que podía sobrevenir; pero no sucedió. a buena hora llegamos a la casa de un mestizo con ánimo de acampar allí, y al revolver de la esquina para el portal, hubo de haber dos patos tamaños como unos gansos, casta de guinea, que tienen la cabeza llena de corales como los pavos. mi mula, que era algo pajarera, tuvo miedo, y dio una estampida, y por poco me estampa en el suelo."

Los dos textos nos dan una imagen bastante vívida de un Lambayeque eminentemente rural ( el pueblo principal solo contaba con unos pocos miles de habitantes y las vías de comunicación eran sumamente precarias) pero la descripción de los poblados y sus pobladores deja advertir un claro deslinde social y económico entre españoles, mestizos e indios y una economía básicamente autosuficiente con algunas actividades que empiezan a despuntar y a proyectarse más allá de los confines regionales aunque todavía dentro de un horizonte artesanal. El texto de Juan y Ulloa trasunta una visión científica de la realidad (de allí, detalles como la determinación de la latitud de algunos lugares) en tanto que el escrito del fraile ahonda en cierta medida en las relaciones interpersonales y por momentos evoca la literatura picaresca española de siglos anteriores. A lo precedente, añadamos una observación circunstancial: entre las menciones de lugares por los que pasan o se detienen los viajeros  hay varios nombres conocidos también en nuestros días pero no se menciona a Chiclayo que en aquella época no pasaba de ser un diminuto asentamiento humano. En términos generales, los dos textos muestran una sociedad que pareciera congelada en el tiempo aunque solo sea una impresión equívoca habida cuenta de que el siglo XVIII fue época de rebeliones en el virreinato peruano.


*Así consta en el libro escrito por el autor.

2 comentarios:

  1. Interesantes escritos con una narrativa que transporta a la época (1740) Aparentemente Lambayeque tenía relativa importancia por estar en la ruta a Saña y no se menciona a Chiclayo que ya habia sido fundada en 1720.

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  2. Queda claro que había un camino costero, más cercano al litoral costero, paralelo al seguido por los hispanos que es el del que aún quedan tramos que se aprecian en Patapo y Tuman. El que llevaba hacia Collique _ Zaña.

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